Page 94 - Cementerio de animales
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—Jud, tengo que ir a buscar a Ellie para terminar la ronda de visitas.
               —Pues claro que sí. Dile de mi parte que deseo que se divierta.
               —Así lo haré —prometió Louis.




                                                            * * *



               Cuando  Louis  llegó  a  casa,  Ellie  seguía  vestida  de  bruja.  Rachel  trató  de
           convencerla  de  que  se  pusiera  el  pijama,  pero  la  niña  se  resistió,  por  si  existía  la
           posibilidad  de  que  la  fiesta,  suspendida  por  ataque  al  corazón,  aún  se  celebrara.

           Cuando su padre le dijo que se pusiera el abrigo, ella lanzó un grito de alegría.
               —Se va a hacer muy tarde, Louis.
               —Iremos en el coche —dijo él—. Por favor, Rachel, lleva un mes esperándolo.

               —Bueno… —Rachel sonrió y Ellie volvió a gritar y echó a correr hacia el ropero
           —. ¿Cómo está Norma?
               —Mejor. —Él se sentía satisfecho. Cansado, pero satisfecho—. No ha sido muy

           fuerte.  De  ahora  en  adelante  tendrá  que  cuidarse;  pero  a  los  setenta  y  cinco  años
           tampoco va uno a hacer cabriolas.
               —Ha sido una suerte que tú estuvieras allí. Parece cosa de la Providencia.

               —Dejémoslo en suerte. —Sonrió a Ellie que volvía con el abrigo—. ¿Lista, bruja
           Hazel?
               —Lista. ¡Vamos, vamos, vamos!

               Cuando,  una  hora  después,  volvían  a  casa  con  la  cesta  a  medio  llenar  (Ellie
           protestó  cuando  Louis  decidió  dar  por  terminada  la  fiesta,  pero  se  dejó  convencer
           fácilmente, pues estaba cansada), la niña le sorprendió al preguntar:

               —¿Fue  culpa  mía  que  Mrs.  Crandall  tuviera  el  ataque  al  corazón,  papi?  ¿Fue
           porque no quise la manzana que tenía el golpe?
               Louis la miró con extrañeza, preguntándose de dónde sacaban los niños aquellas

           ideas  semisupersticiosas.  Trae  desgracia  pisar  raya…  Me  quiere,  no  me  quiere…
           Aquello le recordó el Sematary y sus círculos chapuceros. Quiso sonreír y no acabó

           de conseguirlo.
               —No, cariño —dijo Louis—. Cuando tú entraste con los dos fantasmas…
               —No eran fantasmas. Eran los gemelos Buddinger.
               —Está bien. Mientras vosotros estabais en la cocina, Mr. Crandall me decía que

           su esposa tenía pequeños dolores en el pecho. En realidad, puede decirse que tú le
           salvaste la vida o, por lo menos, impediste que se pusiera peor.

               Ahora fue Ellie quien se sorprendió.
               Louis asintió.
               —Ella necesitaba un médico. Yo soy médico, pero sólo estaba allí porque había
           ido a acompañarte en la ronda de Todos los Santos.




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