Page 91 - Cementerio de animales
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«Otra vez. Lo mismo que Pascow», pensó Louis. Pero desechó el pensamiento
con tal violencia que la idea se fue de su mente como si llevara ruedas.
Le buscó el pulso y encontró algo muy débil y rápido: aquello no eran
pulsaciones sino simples espasmos. Arritmia extrema, lo inminente, el paro cardíaco.
«Tú y Elvis Presley, Norma», pensó.
Le desabrochó el vestido, descubriendo una combinación de seda crema. Con
movimientos certeros, le ladeó la cabeza y empezó a administrarle masaje al corazón.
—Escúchame, Jud —dijo. La palma de la mano izquierda, a un tercio de la base
del esternón, cuatro centímetros por encima del proceso xifoideo. Con la derecha,
sujetar la muñeca izquierda para darle firmeza y presión. «Con firmeza, pero cuidado
con esas viejas costillas: nada de pánico, todavía. Y, por el amor de Dios, no hagas
que se contraigan los pobres pulmones.»
—Di lo que sea —murmuró Jud.
—Llévate a Ellie —dijo Louis—. Mucho cuidado al cruzar la calle, no vayan a
atropellaros. Dile a Rachel lo que pasa y que te dé mi maletín. No el que está en el
estudio; el otro, el que puse en el estante de arriba del cuarto de baño. Ella sabe cuál.
Que llame a una ambulancia del Servicio Médico de Bangor.
—Bucksport está más cerca —dijo Jud.
—Bangor es más rápido. Ve. No llames tú; que llame Rachel. Necesito el maletín:
«Y, cuando ella se entere de lo que pasa aquí, no creo que quiera acercarse», pensó
Louis.
Jud se fue. Louis oyó golpear la puerta mosquitera. Estaba solo con Norma
Crandall y el olor a manzana. En la sala de estar sonaba el monótono tictac del reloj.
De pronto, Norma emitió un largo ronquido y movió los párpados, y Louis se
estremeció con una funesta certidumbre.
«Ahora abrirá los ojos… Oh, Dios mío, abrirá los ojos y empezará a hablar de Pet
Sematary.»
Pero ella sólo le miró con una velada expresión de reconocimiento y volvió a
cerrar los ojos. Louis se sintió avergonzado de sí mismo por aquel miedo estúpido,
tan impropio de él. Al mismo tiempo, experimentó un esperanzado alivio. En
aquellos ojos había dolor pero no angustia. A primera vista, el ataque no parecía
grave.
Louis jadeaba y sudaba. El masaje cardíaco sólo parecía fácil en la tele. En
realidad, consumías cantidad de calorías. Al día siguiente, le dolerían los brazos y los
hombros.
—¿Puedo ayudar en algo?
Louis volvió la cabeza. Una mujer, vestida con un pantalón de casa y jersey
marrón le miraba desde la puerta apretando un puño sobre el busto. «La madre de los
fantasmas», pensó Louis. Su criterio le dijo rápidamente que la mujer estaba asustada,
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