Page 93 - Cementerio de animales
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amargaba, sí. Pero, por lo menos, ella no estaba como Víctor Pascow; aún se la podía
ayudar, aún la tenía a su alcance. Louis pensaba que Norma superaría el ataque. Ella
palpaba el aire y Jud le asió la mano, suavemente.
Louis se levantó, encontró la fuente y empezó a recoger las golosinas. La mujer,
que dijo ser Mrs. Buddinger, que vivía un poco más abajo, junto a la carretera, le
ayudó y se despidió. Tenía que volver al coche. Sus dos hijos estaban asustados.
—Muchas gracias por todo, Mrs. Buddinger —dijo Louis.
—Yo no he hecho nada —respondió ella categóricamente—. Pero esta noche daré
gracias a Dios de rodillas porque estuviera usted aquí, doctor Creed.
Louis agitó una mano, violento.
—Lo mismo digo yo —agregó Jud. Miró fijamente a Louis. El momento de
confusión y temor ya había pasado—. Te debo una, Louis.
—Déjalo ya —dijo Louis y saludó a Mrs. Buddinger con la mano. Ella le sonrió y
saludó a su vez. Louis mordió una manzana bañada en arrope. Estaba tan dulce que le
insensibilizó momentáneamente el paladar…, pero no era una sensación
desagradable. «Esta noche puedes apuntarte un tanto, Lou», pensó mientras devoraba
la manzana. Estaba hambriento.
—Nada de eso —dijo Jud—. Si un día necesitas un favor, dímelo antes que a
nadie.
—Está bien —dijo Louis—. De acuerdo.
* * *
Veinte minutos después, llegó la ambulancia de Bangor. Mientras observaba a los
enfermeros cargar la camilla, Louis vio a Rachel en la ventana de la sala y agitó una
mano. Ella alzó la mano a su vez.
Él y Jud siguieron con la mirada a la ambulancia que se alejaba lanzando
destellos pero sin la sirena.
—Me parece que me voy al hospital —dijo Jud.
—No te dejarán verla esta noche, Jud. Nada más llegar, le harán un
electrocardiograma y la pondrán en Cuidados Intensivos. Durante doce horas, nada de
visitas.
—¿Tú crees que se pondrá bien, Louis? ¿Bien del todo?
Louis se encogió de hombros.
—No se puede garantizar. Ha tenido un ataque al corazón. Yo personalmente creo
que se recuperará. Y quizá esté mejor que nunca, después del tratamiento.
—Ajá —dijo Jud encendiendo un Chesterfield.
Louis sonrió y miró el reloj. Le sorprendió comprobar que no eran más que las
ocho menos diez. Parecía que tenía que ser mucho más tarde.
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