Page 115 - El Misterio de Salem's Lot
P. 115

Ann Norton los vio venir desde la ventana. Antes había llamado al bar. «No —le
           había dicho la señorita Coogan con una especie de júbilo—. Aquí no han estado.»
               ¿Dónde has estado, Susan? Oh, ¿dónde habéis estado?

               La boca se le retorció en una fea mueca de angustia.
               Vete, Ben Mears. Vete y déjala en paz.




                                                            5




               —Haz algo importante por mí, Ben —pidió Susan al desprenderse de sus brazos.
               —Todo lo que pueda.
               —No hables de estas cosas con nadie en el pueblo. Con nadie.

               Ben sonrió sin alegría.
               —No te preocupes. No estoy ansioso por conseguir que la gente me considere un

           chiflado.
               —¿Cierras con llave tu cuarto en la pensión de Eva?
               —No.
               —Pues yo empezaría a hacerlo. —Susan le miró—. Tienes que pensar que eres

           sospechoso.
               —¿Para ti también?

               —Lo serías, si no te amara.
               Y  se  alejó,  andando  con  pasos  rápidos  por  la  senda  mientras  Ben  la  seguía,
           vigilante, con la vista, aturdido por todo lo que él mismo había dicho y más aturdido

           aún por las últimas palabras de Susan.



                                                            6




               Cuando llegó a su habitación se encontró con que no podía escribir ni dormir;

           estaba demasiado excitado para hacer cualquiera de las dos cosas. Entonces decidió
           calentar el motor del Citroen y, después de un momento de vacilación, se dirigió al
           bar de Dell.

               El local estaba atestado de gente, ruidoso y lleno de humo. La banda, un grupo
           que  tocaba  música  country,  que  se  hacía  llamar  los  Rangers,  estaba  interpretando
           Jamás habías ido tan lejos y compensaban con el volumen todos sus fallos de calidad.

           Unas cuarenta parejas, casi todas vestidas con téjanos azules, giraban sobre la pista.
               Los  taburetes  instalados  frente  a  la  barra  estaban  ocupados  por  obreros  de  la

           construcción  y  del  aserradero.  Todos  bebían  jarras  de  cerveza,  y  todos  usaban
           idénticas botas de trabajo con suelas de crepé, atadas con tiras de piel.




                                        www.lectulandia.com - Página 115
   110   111   112   113   114   115   116   117   118   119   120