Page 112 - El Misterio de Salem's Lot
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engañándome.  ¿Sabes  que  estuve  investigando  sobre  Hubie  Marsten?  Era  un
           gángster. La compañía de camiones no era más que una fachada.
               Susan le miró asombrada.

               —¿Cómo lo descubriste?
               —En parte por la policía de Boston, y por una mujer que se llama Minella Corey,
           la hermana de Birdie Marsten. Ahora tiene setenta y nueve, y es incapaz de recordar

           qué ha tomado por la mañana para desayunar, pero jamás se olvida de nada que haya
           sucedido antes de 1940.
               —Y ella te contó...

               —Todo  lo  que  sabía.  Está  en  un  asilo  de  ancianos  de  Nueva  Hampshire,  y
           supongo que hace años que nadie se toma la molestia de escucharla. Le pregunté si
           Hubert Marsten había sido realmente un asesino a sueldo en Boston, que es lo que

           piensa la policía, y me respondió con un gesto de asentimiento. Le pregunté cuántos,
           y me respondió levantando los dedos a la altura de los ojos y moviéndolos de atrás

           hacia adelante. «¿Cuántas veces pudo usted contarlo?», me preguntó.
               —Dios mío.
               —La organización de Boston empezó a inquietarse por Hubert Marsten en 1927
           — prosiguió Ben—. En dos ocasiones le interrogaron, una vez la policía municipal y

           otra  la  de  Malden.  Cuando  lo  detuvieron  en  Boston  fue  a  causa  de  un  ajuste  de
           cuentas entre dos bandas rivales, y en dos horas estuvo de nuevo en la calle. Lo de

           Malden no fue por nada profesional. Era el asesinato de un niño de once años que
           apareció destripado.
               —Ben —rogó Susan con voz alterada.
               —Los jefes de Marsten le sacaron del aprieto... imagino que él debía saber dónde

           estaban enterrados unos cuantos cadáveres... pero ya no siguió en Boston. Se trasladó
           sin llamar la atención a Salem's Lot, en su condición de camionero jubilado que una

           vez por mes recibía su cheque. Y casi no salía... que se sepa, por lo menos.
               —¿Qué quieres decir?
               —Pasé largas horas en la biblioteca, examinando ejemplares viejos del Ledger, de
           1928 a 1939. En ese período desaparecieron cuatro niños. No es que sea raro, en una

           zona rural. Los chicos se pierden, y a veces mueren a la intemperie. A veces quedan
           sepultados por alguna avalancha. Es una cosa terrible, pero sucede.

               —¿Pero tú no crees que es eso lo que sucedió?
               —No  lo  sé.  Lo  único  que  sé  es  que  ninguno  de  esos  cuatro  niños  pudo  ser
           encontrado. No hubo ningún cazador que tropezara con un esqueleto en 1945, ni un

           contratista de obras que lo desenterrara al recoger una carga de grava. Hubert y Birdie
           vivieron durante once años en esa casa, y los niños desaparecieron; es lo único que se
           sabe.  Pero  yo  sigo  pensando  en  el  chiquillo  de  Malden;  siempre  pienso  en  él.

           ¿Conoces El embrujo de la casa de la colina, de Shirley Jackson?




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