Page 111 - El Misterio de Salem's Lot
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—¿No puedes besarme mientras piensas? —sugirió Susan, tendida de espaldas en
la hierba. Ben no pudo dejar de advertir qué corta era su falda, y cuánto se le había
levantado.
—Creo que eso puede interrumpir el proceso de pensamiento —dijo con suavidad
—, pero intentémoslo.
Se inclinó para besarla, apoyándole suavemente una mano en la cintura. Susan
recibió sus labios y cerró las manos sobre las de Ben. Un momento después Ben
sintió por primera vez la lengua de ella, y la recibió con la suya. La chica se movió
para responder mejor al beso, y el suave susurro de la falda de algodón pareció
ensordecedor.
Ben deslizó la mano hacia arriba, y Susan se arqueó para llenarla con un pecho
suave y cálido. Por segunda vez desde que la conocía, Ben se sintió adolescente, un
adolescente ante quien todo se abría con la amplitud de una autopista de seis carriles,
sin tráfico pesado a la vista.
—¿Ben?
—¿Sí?
—Hagamos el amor, ¿quieres?
—Sí, quiero.
—Aquí sobre la hierba —pidió Susan.
—De acuerdo, cariño.
Muy abiertos los ojos en la oscuridad, ella le miraba.
—Hazlo con ternura.
—Procuraré.
—Despacio. Así...
No eran más que sombras en la oscuridad.
—Sí —musitó Ben—. Oh, Susan.
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—¿No lo lamentas? —preguntó Ben.
—No. Me alegro.
Ella levantó los ojos y sonrió.
—Bueno.
Sin hablar, siguieron andando de la mano.
—¿Y el libro? —preguntó Susan—. Ibas a hablarme de eso antes de esa deliciosa
interrupción.
—El libro es sobre la casa de los Marsten —empezó lentamente Ben—. Tal vez la
idea original no fuera ésa. Quería escribir sobre el pueblo, pero es posible que esté
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