Page 116 - El Misterio de Salem's Lot
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Dos o tres camareras con complicados peinados y el nombre bordado con hilo
dorado sobre la blusa blanca (Jackie, Toni, Shirley) atendían las mesas y los
reservados. Desde su posición, Dell llenaba las jarras de cerveza y, en el otro
extremo, un hombre con cara de halcón y el pelo grasiento peinado hacia atrás
mezclaba los cócteles. Su rostro se mantenía inalterable mientras medía los licores
con los vasos pequeños, los vertía en la coctelera de plata y agregaba los demás
ingredientes.
Ben empezó a rodear la pista de baile para dirigirse a la barra cuando alguien lo
llamó:
—¡Eh, Ben, oye! ¿Cómo estás, muchacho?
Al mirar vio a Weasel Craig sentado ante una mesa próxima a la barra, frente a
una jarra de cerveza a medio vaciar.
—Hola, Weasel —le saludó Ben, y se sentó. Se alegraba de ver una cara
conocida, y Weasel le gustaba.
—¿Has decidido hacer un poco de vida nocturna, muchacho? —le sonrió Weasel
mientras le palmeaba el hombro.
Ben pensó que debía haber recibido su cheque; con su aliento podría haber hecho
propaganda de todas las destilerías de Milwaukee.
—Eso es —asintió Ben.
Sacó un dólar y lo puso sobre la mesa, cubierta por los fantasmas circulares de las
múltiples jarras de cerveza que por ella habían pasado. Preguntó:
—¿Cómo estás?
—Muy bien. ¿Qué te parece el nuevo grupo? ¿No son fantásticos?
—Sí. Son muy buenos. Termínate eso antes de que pierda fuerza, que yo invito.
—Toda la noche he estado esperando oír alguien que dijera eso. ¡Jackie! —bramó
Weasel—. Tráele una cerveza a mi amigo. ¡Budweiser!
Jackie llevó la botella en una bandeja llena de monedas empapadas de cerveza y
la dejó sobre la mesa, alargando el brazo, musculoso como el de un boxeador. Miró el
dólar como si fuera una cucaracha de especie desconocida.
—Faltan cuarenta centavos —anunció.
Bill puso otra moneda sobre la mesa y ella las recogió, pescó sesenta centavos de
los charcos de su bandeja, los arrojó sobre la mesa y dijo: .
—Weasel Craig, cuando chillas así pareces un ganso al que le retuercen el
pescuezo.
—Eres un tesoro, bonita —le agradeció Weasel—. Te presento a Ben Mears, que
escribe libros.
—Encantada —murmuró Jackie y se alejó en la penumbra.
Ben se sirvió un vaso de cerveza y Weasel hizo lo mismo, llenándolo hasta arriba
con habilidad profesional. La espuma estuvo a punto de desbordarse.
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