Page 82 - El Misterio de Salem's Lot
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—No.
               —¿Se queja de dolores en el pecho o en las articulaciones?
               —No.

               —¿De molestias al orinar?
               —No.
               —¿No hay pérdidas de sangre anormales? ¿Por la nariz, en las deposiciones..., o

           bien un número excepcional de heridas y cardenales?
               —No.
               Gorby sonrió e hizo un gesto de asentimiento.

               —Quisiéramos que se quedara para hacerle unos análisis.
               —Desde luego —respondió Tony—. Estoy asociado a la Cruz Azul.
               —Sus reacciones son muy lentas —explicó el médico—, y vamos a examinarle

           con rayos X, hacer un estudio de la médula, un recuento de leuco...
               —¿Tiene Danny leucemia? —preguntó en un susurro Marjorie Glick, cuyos ojos

           habían ido agrandándose lentamente.
               —Señora Glick, esto es muy... —empezó a explicar el médico, pero la madre se
           había desmayado.




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               Ben  Mears  fue  uno  de  los  voluntarios  de  Salem's  Lot  que  colaboraron  en  la
           búsqueda de Ralphie Glick, sin conseguir otra cosa que ensuciarse los pantalones con

           la maleza y un violento acceso de fiebre del heno provocado por la pelusa de los
           plátanos.
               Durante  el  tercer  día  de  búsqueda,  Ben  entró  en  la  cocina  de  Eva  dispuesto  a

           comerse un plato de raviolis y dormir una breve siesta antes de ponerse a escribir.
           Encontró  a  Susan  Norton  atareada  en  la  cocina,  preparando  un  guisado  con
           hamburguesas. Los hombres que acababan de volver del trabajo, sentados en torno de

           la mesa, simulaban conversar mientras la devoraban con los ojos; Susan llevaba una
           desteñida camisa a cuadros atada a la cintura y unos pantalones cortos de pana. Eva
           Miller estaba planchando en un rincón de la cocina.

               —Hola, ¿qué estás haciendo aquí? —saludó Ben.
               —Cocinándote  algo  decente  antes  de  que  te  conviertas  en  una  sombra  —
           respondió Susie, y Eva rió desde su rincón.

               Ben sintió que le ardían las orejas.
               —Guisa  bien,  de  veras  —dictaminó  Weasel—.  Puedo  asegurarlo;  la  he  estado
           observando.

               —Si llegas a mirarla un poco más se te salen los ojos de las órbitas —comentó




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