Page 87 - El Misterio de Salem's Lot
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del amor con la chica A, acostarse con la chica B, salir de la mano con la chica C,
           para  que  al  final  las  tres  le  dieran  a  uno  calabazas.  Straker  había  dicho  que  se
           mantendría en contacto con él, y de eso hacía catorce meses. Y si resultaba ahora

           que...
               En ese momento sonó el teléfono.




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               —Señor Crockett —dijo la conocida voz sin acento.
               —Straker, ¿verdad?
               —El mismo.

               —Justamente pensaba en usted. Parece telepatía.
               —Qué coincidencia, señor Crockett. Necesito un servicio, por favor.

               —Lo imaginé.
               —Consígame  un  camión,  por  favor.  Grande.  Alquílelo  para  que  esté  en  los
           muelles de Portland esta tarde a las siete en punto. En la aduana. Creo que con dos
           mozos será suficiente.

               —Perfecto.
               Larry sacó una libreta y garabateó: «H. Peters, R. Snow. Henry's U-Haul. 6 a más

           tardar.»  No  se  detuvo  a  pensar  lo  servilmente  que  parecía  cumplir  las  órdenes  de
           Straker.
               —Hay una docena de cajas para retirar. Todas, salvo una, van a la hacienda. La

           otra es un aparador valiosísimo... un Hepplewhite. Los mozos lo distinguirán por el
           tamaño, y hay que llevarlo a la casa. ¿Comprende?
               —Sí.

               —Indique que lo bajen al sótano. Los hombres pueden entrar por el acceso que
           hay bajo las ventanas de la cocina. ¿Entendido?
               —Sí. Ahora, ese aparador...

               —Una  cosa  más,  por  favor.  Consiga  cinco  candados  Yale.  ¿Conoce  la  marca
           Yale?
               —Todo el mundo la conoce. ¿Qué...?

               —Cuando se vayan, los mozos cerrarán la puerta de atrás de la tienda. Dejarán las
           llaves  de  los  cinco  candados  en  la  mesa  del  sótano.  Cuando  salgan  de  la  casa,
           pondrán candados en la puerta de acceso al sótano, en la puerta principal y la del

           fondo, y en la del cobertizo. ¿Comprende?
               —Sí.
               —Gracias, señor Crockett. Siga exactamente todas las indicaciones. Adiós.

               —Espere un momento...




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