Page 89 - El Misterio de Salem's Lot
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albarán y después contó los cajones—. Sí, están todos.
—Y hay ratas —señaló Hank—. ¿Las oyes?
—Sí, malditos bichos. Me enferman.
Durante un momento, los dos se quedaron en silencio, escuchando los chillidos y
corridas que se oían en las sombras.
—Bueno, a trabajar —dijo Royal—. Subamos primero ese grande para que no
nos estorbe cuando lleguemos a la tienda. Vamos.
—Sí, vamos.
Se acercaron al cajón y Royal sacó un cortaplumas del bolsillo y abrió el sobre
adherido al cajón.
—Eh —objetó Hank—, ¿te parece que debemos...?
—Tenemos que asegurarnos de que es lo que nos encargaron, ¿no? Si metemos la
pata, Larry nos corta el pescuezo. —Sacó el albarán del sobre para mirarlo.
—¿Qué dice?—preguntó Hank.
—Heroína —le informó seriamente Royal—. Cien kilos de heroína, dos mil libros
pornográficos de Suecia, trescientos mil vibradores franceses...
—Dame eso. —Hank le arrebató el albarán—. Aparador —leyó—. Exactamente
lo que nos dijo Larry. De Londres, Inglaterra, a Portland, Maine, expedido por correo.
Vibradores franceses un cuerno. Pon esto en su lugar.
—Hay algo raro en este asunto —comentó Royal, mientras hacía lo que le habían
indicado.
—Lo único raro eres tú.
—No, no es broma. Este cacharro no tiene sellos de aduana. Ni en el cajón, ni en
el sobre del albarán. Ni un solo sello.
—Tal vez se los pongan con esa tinta especial que sólo se ve con luz negra.
—No es lo que se hacía cuando yo trabajaba en el puerto. Hasta el más
insignificante cargamento quedaba lleno de sellos. No podías levantar un cajón sin
llenarte de tinta azul hasta los codos.
—Bueno, me alegro. Pero date prisa porque mi mujer suele acostarse muy
temprano y quiero llegar a tiempo para...
—Tal vez si le echáramos un vistazo...
—No hay tiempo. Vamos, levantémoslo.
Royal se encogió de hombros. Cuando inclinaron el cajón, algo pesado se movió
dentro. Era un cajón muy desagradable de levantar. Posiblemente fuera una de esas
cómodas de cajones. Era bastante pesado.
Entre gruñidos, lo llevaron trabajosamente hasta el camión y lo colocaron en el
elevador hidráulico con suspiros de alivio. Royal se quedó a la espera mientras Hank
hacía funcionar el elevador. Cuando estuvo al nivel del suelo del camión, los dos
subieron para empujarlo hacia el interior.
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