Page 93 - El Misterio de Salem's Lot
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enfriaba el sudor en la frente.
—Ve tú a la puerta de atrás —dijo Royal—. Yo me ocuparé de la de delante y de
la del cobertizo.
Se separaron, y Hank se dirigió hacia la puerta del fondo, sintiendo cómo el
corazón le palpitaba en el pecho. Tuvo que intentarlo dos veces antes de poder
colocar el candado en el cerrojo. A tan poca distancia de la casa, el olor a vejez y
madera podrida era intenso. Todas las historias sobre Hubie Marsten de las que se
habían reído de niños volvieron a acosarle, lo mismo que la canción con que
asustaban a las niñas: «¡Cuidado, cuidado, cuidado! Hubie te agarrará si no tienes
cui...da,..do.»
—¿Hank?
Respiró profundamente, y un candado se le cayó de las manos. Lo recogió.
—¿No se te ocurre nada mejor que acercarte así a una persona? ¿Ya...?
—Sí. Hank, ¿quién va a bajar de nuevo a ese sótano para dejar el llavero sobre la
mesa?
—No sé —dijo Hank Peters.
—¿Te parece que lo echemos a suertes?
—Sí, creo que es lo mejor.
Royal sacó una moneda de veinticinco centavos.
—Elige mientras está en el aire —dijo, y la arrojó.
—Cara.
Royal atrapó la moneda, la aplastó contra el antebrazo y la descubrió. El águila
resplandeció sombríamente ante sus ojos.
—Jesús —suspiró Hank, pero tomó el llavero y la linterna y volvió a abrir las
puertas del sótano.
Se obligó a bajar los escalones, y cuando hubo pasado la pendiente del tejado
encendió la luz para alumbrar la parte visible del sótano, que unos nueve metros más
adelante hacía una curva en L y se perdía Dios sabría dónde. El haz de la linterna se
posó sobre la mesa, cubierta de un polvoriento mantel a cuadros. Sobre ella había una
rata enorme que no se movió al recibir el rayo de luz; se sentó sobre su gordo trasero,
y casi daba la impresión de sonreír burlonamente.
Hank pasó junto al cajón, dirigiéndose a la mesa.
—¡Psst! ¡Rata!
El animal saltó al suelo y huyó hacia la oscuridad. Ahora a Hank le temblaba la
mano, y el haz de la linterna se paseó espasmódicamente de un lugar a otro,
revelando un barril cubierto de polvo, un viejo escritorio, una pila de periódicos...
Bruscamente, volvió el rayo de luz otra vez hacia los periódicos y contuvo el
aliento mientras la linterna iluminaba algo que había junto a ellos, a la izquierda.
Una camisa... ¿no era una camisa? Amontonada como un trapo viejo. Y algo que
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