Page 84 - El Misterio de Salem's Lot
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—Todavía no —pidió él—. Dame tiempo. Te lo diré tan pronto pueda. Es... tiene
que ir resolviéndose solo.
En ese momento Susan quiso decirle te amo, decírselo con la soltura y la falta de
aprensión con que la idea había aflorado a su conciencia, pero se mordió el labio para
no dejar salir las palabras. No quería decírselo mientras él estuviera mirando...
mirando hacia allá.
Se levantó.
—Voy a vigilar el guisado.
Cuando Susan se alejó, Ben seguía fumando y mirando hacia la casa de los
Marsten.
3
En la mañana del día 22, Lawrence Crockett estaba sentado en su oficina,
aparentando leer su correspondencia de los lunes mientras espiaba por el rabillo del
ojo a su secretaria, cuando sonó el teléfono. Larry había estado pensando en su
carrera comercial en Salem's Lot, en ese pequeño coche reluciente aparcado en la
entrada de la casa de los Marsten, y en pactos con el diablo.
Ya antes de que su pacto con Straker quedara consumado (Vaya palabra, pensó
Larry, mientras sus ojos recorrían el frente de la blusa de su secretaria), Lawrence
Crockett era, indudablemente, el hombre más rico de Salem's Lot y uno de los más
ricos del condado de Cumberland, aunque no hubiera signo externo en su oficina ni
en su persona que así lo indicara. El despacho era viejo, polvoriento y apenas
iluminado por dos bombillas manchadas por las moscas. El antiguo escritorio de tapa
enrollable estaba atestado de papeles, lápices y correspondencia. En un extremo se
veía un frasco de goma de pegar, y en el otro un pisapapeles de cristal, cuadrado, que
lucía en sus diferentes caras fotos de la familia de Larry. En precario equilibrio sobre
una pila de libros de contabilidad había una pecera de cristal llena de cerillas, con un
cartel que anunciaba: «Coja lo que quiera.» Salvo tres armarios para archivo, a
prueba de incendios, y el escritorio de la secretaria en su pequeño recinto, la oficina
estaba vacía.
Sin embargo, estaba decorada.
Había instantáneas y fotografías por todas partes, pinchadas o pegadas sobre
cualquier superficie disponible. Algunas eran copias Polaroid recientes, otras
instantáneas de color tomadas algunos años atrás, pero la mayoría eran fotos en
blanco y negro, arqueadas y amarillentas, que en algunos casos tenían hasta quince
años. Debajo de cada una se leía un anuncio escrito a máquina: «¡Hermosa vivienda
campestre, seis habitaciones!» O: «En lo alto de la colina, Taggart Stream Road, $
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