Page 55 - Un café con sal
P. 55
—Haré todo lo que pueda para que disfrutes este rato y olvides todo lo que necesitas olvidar.
—Gracias, cielo —murmuró satisfecho por aquella positividad.
Tras besarse, comenzaron a desnudarse cuando de pronto sonó el portero de la casa. Ambos se
observaron y William afirmó:
—No espero a nadie.
Entre risas, Lizzy se terminó de desabrochar la camisa y pocos minutos después sonaron unos
golpes en la puerta de la casa. Se miraron y ambos oyeron la voz de Adriana que decía:
—William, amor. ¡Abre! Sé que estás ahí. Oigo la música y tenemos que hablar urgentemente.
Él maldijo. ¿Qué demonios hacía Adriana allí?
Rápidamente, Lizzy se comenzó a abrochar la camisa ofuscada, lo miró y siseó:
—¡Qué hace ella aquí!
—No lo sé —murmuró él.
Molesta por aquella intromisión, volvió a indagar:
—¿Qué es eso de que tenéis que hablar?
Desconcertado por aquello, no contestó; susurró, mientras se abrochaba los pantalones:
—Te he dicho que no lo sé.
Cada instante más enfadada, Adriana aporreó la puerta de nuevo y finalmente William gritó:
—Un segundo… estoy saliendo de la ducha.
Adriana, al oírlo, puso los ojos en blanco y cuchicheó:
—Amor, ni que nunca te hubiera visto desnudo.
—¡Será perra! —se quejó Lizzy al oír lo que decía.
En ese instante sonó el móvil de William. Era su padre. Lo cogió y, tras atender una corta llamada
que lo hizo blasfemar, miró a la joven que tenía delante y anunció:
—Elizabeth, tienes que marcharte.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre?
Con un gesto que la chica no supo descifrar, repuso:
—Ha ocurrido algo…
—¿Qué ha pasado?
William, sin responder ni mirarla, fue hasta la puerta y, al abrir, Adriana entró y dijo:
—Amor… ha sucedido algo horrible. —Acto seguido clavó sus ojos en la muchacha que estaba
frente a ellos y preguntó con gesto tosco—. Y ésta, ¿quién es?
Durante unos segundos, William y Lizzy se contemplaron. Justo empezaba a sonar la canción Sé
[6]
que te voy a amar . Ella quería ver cómo la presentaba, pero finalmente, él se puso una camisa que
había cogido del sillón y respondió:
—No es nadie importante, Adriana. Vámonos.
Bloqueada por aquella contestación, Lizzy lo miró. Y mientras William empujaba a la otra para
salir de su casa cuanto antes, con un extraño gesto, miró a Lizzy y añadió:
—Cuando salgas, cierra la puerta, por favor.
Dicho esto, se marchó dejándola totalmente desconcertada debido a lo que había dicho de que no
era nadie, mientras la canción hablaba de despedidas, ausencias y llanto.
Con piernas trémulas, se sentó en una silla y se dio aire con la mano.
¿Ella no era nadie importante?
Temblando de rabia, cogió un vaso de la mesa, lo llenó de agua y, tras beber, respiró hondo y