Page 336 - La máquina diferencial
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El lenguaje de los signos




               La disposición circular de los ejes de las grandes ruedas centrales de la máquina
           diferencial inspiraba las mejores perspectivas. La totalidad de la ciencia aritmética

           parecía ahora al alcance del mecanismo. Se había abierto el vago atisbo de un motor
           analítico y yo seguí con entusiasmo esta umbría visión.
               Los planos y experimentos eran de la clase más costosa imaginable. Se contrató a

           los mejores delineantes para economizar la labor de mi propia cabeza, mientras que
           unos  trabajadores  especializados  fueron  los  encargados  de  construir  la  maquinaria

           experimental.
               Para  llevar  a  cabo  mis  planes  con  éxito,  había  adquirido  una  casa  con  más  o
           menos  un  cuarto  de  acre  de  parcela  en  una  zona  muy  tranquila  de  Londres.  Las
           cocheras  se  convirtieron  en  forja  y  fundición,  y  los  establos  en  taller.  Construí  yo

           mismo los extensos laboratorios e hice levantar un edificio ignífugo para mis planos y
           mis delineantes.

               Las complicadas relaciones entre las diferentes partes de la maquinaria habrían
           frustrado a la memoria más tenaz. Yo me sobrepuse a esta dificultad mejorando y
           expandiendo  un  lenguaje  de  signos,  la  Notación  Mecánica,  que  en  1826  había
           expuesto  en  un  documento  titulado  Transacciones  filosóficas  de  la  Real  Sociedad.

           Con tales medios logré llevar a cabo una investigación de tan vasto alcance que, en
           cualquier otra circunstancia, habría requerido una cantidad incontable de años. Con la

           ayuda del lenguaje de los signos, la máquina se convirtió en una realidad.


                                                                                 —Lord Charles Babbage
                                                                  Pasajes de la vida de un filósofo, 1864




































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