Page 332 - La máquina diferencial
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—¿Se refiere a la División Especial y gente así?
               —Y  además  de  eso,  tengo  que  informarle  de  que  sus  actividades  está  siendo
           vigiladas por al menos una agencia secreta de la Francia Imperial...

               —¿Porque Theophile decidió ayudarme?
               —En efecto, ese parece el caso...
               Ella apuró el nauseabundo brebaje de su vaso.

               —El  bueno  de  Theophile.  Qué  encantador  y  qué  tonto  era.  Siempre  con  su
           chaleco escarlata, y listo como un demonio cuando se trataba de las máquinas. Le di
           las tarjetas de Mick y a partir de entonces se portó de manera tremendamente amable

           conmigo. Me consiguió una licencia de matrimonio y la ciudadanía francesa así, ta ta
           ta. Luego, una tarde que habíamos quedado aquí...
               —¿Sí?

               —No apareció. —Bajó los ojos—. Siempre presumía de que le gustaba «jugar
           fuerte». Todos lo hacen, pero él lo decía como si fuese verdad. Qué tonto...

               —¿Alguna  vez  le  habló  de  su  interés  en  la  máquina  conocida  como  la  Gran
           Napoleón?
               —¿Se refiere a su monstruo? ¡La gente de las máquinas de París no habla de otra
           cosa, señor! ¡Están como locos por ella!

               —Las autoridades francesas cree que Theophile Gautier averió la Gran Napoleón
           con las tarjetas de Radley.

               —¿Así que Theo está muerto?
               Oliphant titubeó.
               —Por desgracia, creo que sí.
               —Qué crueldad —dijo ella—. Hacer desaparecer a un hombre como si fuera un

           conejo en una chistera, y dejar a sus seres queridos con la incertidumbre, para que no
           puedan descansar nunca. Es una crueldad. Oliphant descubrió que no era capaz de

           mirarla a los ojos.
               —Así están las cosas en París, sí —dijo—. Y las cosas de las que presumen los de
           las  máquinas...  Y  en  Londres,  según  dicen,  no  va  mejor.  ¿Sabe  que  dicen  que  los
           radicales asesinaron a Wellington? Dicen que los Zapadores y los Cerdos de Arena,

           mano  a  mano  con  ellos,  excavaron  un  túnel  bajo  el  restaurante,  y  el  jefe  de  los
           Zapadores en persona colocó la pólvora y encendió la mecha. Y luego los radicales le

           echaron la culpa a gente como...
               —Su padre. Sí, lo sé.
               —¿Y sabiendo eso me pide que confíe en usted? Había un desafío en sus ojos, y

           quizá un orgullo largo tiempo enterrado.
               —Sabiendo  que  Charles  Egremont  traicionó  a  su  padre,  Walter  Gerard,  hasta
           conseguir su destrucción; que la traicionó también a usted y la arruinó a los ojos de la

           sociedad; sí, debo pedirle que confíe en mí. A cambio, le ofrezco la completa, total y




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