Page 329 - La máquina diferencial
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Arslau guardó silencio. Su mirada parecía atravesar a Oliphant. Finalmente,
asintió.
—Eso se puede arreglar.
—¿No está detenida?
—Digamos que estamos al tanto de sus movimientos.
—¿Permiten que siga libre mientras la vigilan de cerca?
—Exacto. Si la cogemos ahora y no revela nada, perderemos el rastro.
—Como de costumbre, Arslau, su técnica es impecable. ¿Y cuándo podría
organizarse ese encuentro con la dama?
El Ojo, la presión, los latidos de su corazón.
—Esta misma tarde, si usted lo desea —dijo monsieur Arslau, de la Police des
Châteaux, mientras se ajustaba el chaleco bordado en oro.
Las paredes del Café de l’Univers estaban decoradas con pinturas, espejos grabados
al aguafuerte y placas esmaltadas en las que se anunciaban los ubicuos productos de
Pernod Fils. Las imágenes, si se las podía llamar así, eran, o grotescas pinturas,
aparentemente realizadas en una tosca imitación del punteado a máquina, o extrañas
formulaciones matemáticas que sugerían el movimiento continuo de bloques de
quinótropo. Algunos de los autores, supuso Oliphant, estaban presentes, o al menos
eso pensaba que eran aquellos sujetos de pelo largo y bonetes de terciopelo, con
pantalones de pana manchados de pigmento y ceniza de tabaco. Pero la mayoría de la
clientela, según su acompañante, un tal Jean Beraud, estaba formada por
quinotropistas. Estos caballeros, procedentes del barrio Latino, se sentaban a beber
con sus grisettes negros en las mesas redondas de mármol o exponían cuestiones
matemáticas frente a grupillos de colegas.
Beraud, con un sombrero de paja totalmente inapropiado para la época y un traje
marrón de marcado corte galo, era uno de los mouchards de Arslau, un informador
profesional que se refería a los quinotropistas como miembros de «le milieu». Era
lozano y rosado como un cochinillo, bebía Vittel y pipermín y a Oliphant le había
caído mal nada más verlo. Los quinotropistas parecían partidarios de la absenta de
Pernod Fils; Oliphant, con un vaso de vino tinto en la mano, observaba el ritual del
vaso y el decantador de agua, del terrón de azúcar y la cuchara en forma de paleta.
—La absenta es la madre de la tuberculosis —dijo Beraud.
—¿Qué le hace suponer que madame Tournachon aparecerá esta noche en el café,
Beraud?
El monchard asintió.
—Está muy relacionada con le milieu, monsieur. Va a Madelon’s y a Batiffol’s,
pero es aquí, en l’Univers, donde suele encontrar compañía.
—¿Y a qué lo atribuye usted?
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