Page 327 - La máquina diferencial
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—¡Ah, el matrimonio! ¿Quién puede saber cuál es la elección correcta entre otros
novecientos noventa y nueve errores? ¿Quién puede encontrar la anguila escondida
en un barril de serpientes? ¡La chica del arroyo puede ser la única criatura de todo el
universo capaz de convertirme en un hombre feliz, amigo mío, a pesar de lo cual paso
a su lado y la rocío con el barro de mis ruedas por culpa de mi completa ignorancia!
—Arslau se echó a reír—. No, yo no me he casado, y su misión es de naturaleza
política.
—Naturalmente.
—Las cosas no marchan bien en Gran Bretaña. No necesito a mis fuentes
británicas para saberlo, Oliphant. Los documentos hablan por sí solos. La muerte de
Byron...
—La dirección política de Gran Bretaña, Lucien y, de hecho, su estabilidad como
nación, pueden estar amenazadas. No necesito recordarle lo crucial que es que
nuestras dos naciones se comuniquen y se apoyen.
—¿Y la cuestión de esa tal señorita Gerard, Oliphant? ¿Está usted sugiriendo que
es el eje respecto al que gira la situación?
Oliphant sacó su pitillera y seleccionó uno de los habanos de Beadon. Sus dedos
rozaron el texto plegado del telegrama de Sybil Gerard. Cerró la pitillera.
—¿Le importa que fume?
—Por favor.
—Gracias. El asunto relacionado con Sybil Gerard es completamente británico,
completamente doméstico. En última instancia, podría llegar a afectar a Francia, pero
solo de manera indirecta. —Rebanó la punta de su cigarro y lo pinchó.
—¿Está totalmente seguro de eso?
—Sí.
—Yo no. —Arslau se levantó para llevarle a su invitado un cenicero de cobre con
base de nogal. Volvió junto a su mesa, aunque permaneció de pie—. ¿Qué sabe de la
Sociedad Jacquardina?
—Es el equivalente aproximado de nuestra Sociedad Intelectual del Vapor, ¿no?
—Sí y no. Hay otra sociedad, esta secreta, en el seno de los jacquardistas. Se
hacen llamar Les Files de Vaucanson. Algunos de ellos son anarquistas, otros
partidarios de Marianne, otros de la Fraternidad Universal y otros de cualquier clase
de chusma, sea la que sea. Son conspiradores de la peor especie, ¿sabe? Otros,
simplemente, son criminales. Pero esto ya lo sabe usted, Laurence.
Oliphant cogió un encendedor de una caja grabada con una imagen del Bessemer
y se encendió el cigarro.
—Dice usted que la mujer a la que conoce como Sybil Gerard carece de
importancia para Francia —dijo Arslau.
—¿No lo cree así?
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