Page 322 - La máquina diferencial
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—¿Va a cenar, señor?
—No, gracias.
Una vez que estuvieron solos, Wakefield suspiró de manera audible.
—Maldición, Oliphant. ¿Acaso no dejé claros mis términos?
—¿A qué le tiene tanto miedo, Andrew?
—Debería ser evidente.
—¿De veras?
—Lord Galton está aliado con el condenado señor Egremont. Es el gran patrón de
Antropometría Criminal. Siempre lo ha sido. Virtualmente, es su fundador. Es el
primo de Charles Darwin, Oliphant, y tiene gran influencia en la Cámara de los
Lores.
—Sí, y en la Real Sociedad, y también en la Geográfica. Ya conozco a lord
Galton, Andrew. Es partidario del cruce sistemático de la especie humana. Wakefield
dejó el cuchillo y el tenedor.
—Antropometría Criminal se ha hecho con el control de la Oficina. A todos los
efectos, la Oficina Central de Estadística está ahora bajo el control de Egremont.
Oliphant observó cómo la dentadura superior de Wakefield mordía su labio inferior.
—Vengo de Fleet Street —dijo Oliphant—. El nivel de violencia en esta sociedad
—y sacó el Ballester-Molina de su chaqueta—, o quizá debería decir el nivel de
violencia cuya existencia esta sociedad se niega a reconocer, ha llegado a un nivel
notable, ¿no le parece, Andrew? —Dejó el revólver sobre el mantel, entre los dos—.
Tomemos esta pistola como ejemplo. Es muy fácil de conseguir, según me han dicho.
Es de fabricación francomexicana, aunque la inventó un español. Varias de las piezas
interiores, según me han contado, son británicas y pueden conseguirse en cualquier
tienda. Resulta, pues, bastante difícil decir de dónde proviene esta arma. Un símbolo
emblemático de nuestra actual situación, ¿no le parece?
Wakefield se había puesto blanco.
—Parece que le he alterado, Andrew. Lo siento.
—Van a borrarnos del mapa —dijo el aludido—. Dejaremos de existir. No
quedará nada, ninguna prueba de que hayamos existido. Ni un talón de cheques, ni
una hipoteca en un banco de la City, absolutamente nada.
—De eso precisamente estoy hablando.
—No se ponga moralista conmigo, señor —dijo Wakefield—. Ustedes lo
empezaron, Oliphant. Las desapariciones, los archivos perdidos, los nombres
suprimidos, los números perdidos, las historias editadas para servir a fines
específicos... No, no utilice ese tono conmigo.
Oliphant no tenía nada que decir a esto. Se levantó y, dejando la pistola sobre el
mantel, abandonó el salón sin mirar atrás.
—Disculpe —dijo en el vestíbulo de mármol a un campanero vestido con una
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