Page 318 - La máquina diferencial
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—Lo siento, señor —dijo Fraser—. No tiene mucho sentido ver a los otros dos.
—Betteridge, Fraser. ¿Lo ha visto?
—No, señor. Aquí está el cráneo, o lo que queda de él.
—¿El cráneo? Aproximadamente una docena de enormes fragmentos de hueso
petrificado y yeso de color marfil descansaban, dispuestos con pulcritud, sobre una
mesa barnizada dispuesta sobre unos caballetes.
—Ahí está el señor Reeks, del museo. Ha venido a llevárselos —dijo Fraser—.
Dice que no está tan dañado como podría parecer. ¿Quiere sentarse, señor? Le
buscaré un asiento plegable...
—No. ¿Por qué está aquí la mitad de Antropometría Criminal, Fraser?
—Bueno, señor, creo que está usted en mejor posición que yo para responder a
esa pregunta —dijo Fraser bajando la voz—. Aunque he oído decir que el señor
Egremont y lord Galton han descubierto recientemente que tienen mucho en común.
—¿Lord Galton? ¿El teórico de la eugenesia?
—El primo de lord Darwin, exacto. Es el hombre de Antropometría en la Cámara
de los Lores. Tiene mucha influencia en la Real Sociedad. —Fraser sacó su cuaderno
de notas—. Será mejor que vea por qué pensé que era urgente que viniera, señor. —
Llevó a Oliphant al otro lado del coche destrozado. Tras asegurarse de que no había
mirones a su alrededor, le pasó a Oliphant un pliego de papel cebolla de color azul—.
Lo llevaba la señorita Bartlett.
La nota no tenía fecha ni firma.
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Lo que con tanta persistencia deseaba usted ha aparecido al fin, aunque
en un escondite de lo más peculiar. Nuestro mutuo conocido del derby, el
doctor Mallory, me ha informado de que está oculto en el interior del
leviatán terrestre. Espero que estemos de acuerdo en que esta información
crucial representa el pago de mi deuda para con usted. Ahora mismo estoy
en cierto peligro por culpa de los acontecimientos políticos recientes y
ciertos miembros del Gobierno me vigilan. Espero que lo tenga en cuenta en
cualquier futuro intento de entablar comunicación. He hecho todo lo que he
podido, se lo juro.
La elegante letra, tan familiar para Oliphant como para Fraser, era la de lady Ada
Byron.
—Solo nosotros dos la hemos visto —dijo Fraser. Oliphant plegó el papel en
cuartos antes de guardarlo en su pitillera.
—¿Y qué es exactamente, Fraser, lo que estaba escondido en el cráneo?
—Lo escoltaré al otro lado de la línea. Los periodistas acudieron en tromba al
salir Fraser y Oliphant de detrás de las barricadas. Fraser cogió a Oliphant del brazo y
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