Page 321 - La máquina diferencial
P. 321

fuese  a  adherirse  al  pavimento,  empezó  a  caer  mientras  Oliphant  caminaba  por
           Chancery Lane.
               Boots y Becky Dean no estaban a la vista, lo que permitía asumir con garantías

           que estaban cumpliendo con una de las misiones que, invariablemente, requerían que
           fuesen invisibles.
               Ya sabe usted cómo va esto.

               ¿No era cierto? ¿A cuántos había ordenado que se hiciera desaparecer, y solo en
           Londres?  ¿Cómo  podía  uno  sentarse  a  disfrutar  de  una  agradable  cena  con  los
           amigos,  bebiendo  mosela  y  charlando  despreocupadamente,  al  tiempo  que  cargaba

           con ese conocimiento en la cabeza?
               Había tomado la decisión de que Collins fuera el último, absolutamente el último.
           Ahora, Betteridge había desaparecido, y a manos de otra agencia.

               Al  principio,  todo  había  tenido,  de  manera  horriblemente  elegante,  un  cierto
           sentido.

               Al principio había sido idea suya.
               El  Ojo.  Ahora  lo  percibía:  sí,  sin  duda,  con  su  mirada  omnisciente  sobre  él
           mientras saludaba al portero de traje de borlas y entraba en el vestíbulo de mármol
           del Lambs, el restaurante de Andrew Wakefield.

               Buzones de bronce, una cabina telegráfica, un exceso de chapeado a la francesa, y
           todo  ello  exhaustivamente  moderno.  Volvió  la  mirada  hacia  las  puertas  de  cristal,

           hacia  la  calle.  Frente  al  Lambs,  detrás  de  las  dos  corrientes  gemelas  del  tráfico
           cubierto de nieve, localizó a una figura solitaria con un sombrero de copa.
               Un  criado  lo  condujo  directamente  al  salón,  forrado  de  roble  oscuro,  con  una
           enorme chimenea coronada por una repisa de piedra italiana tallada.

               —Laurence Oliphant —dijo al engolado jefe de camareros—, para ver al señor
           Andrew Wakefield.

               Una expresión de inquietud cruzó las facciones del camarero.
               —Lo siento, señor, pero no se encuentra...
               —Gracias  —dijo  Oliphant—,  pero  creo  que  estoy  viéndolo  en  este  mismo
           momento.

               Con  el  jefe  de  camareros  detrás,  Oliphant  marchó  entre  las  mesas.  Los
           comensales se volvían al pasar él.

               —Andrew —dijo al llegar a la mesa de Wakefield—. Qué suerte encontrarlo aquí.
           Wakefield  estaba  cenando  solo.  Pareció  experimentar  una  temporal  dificultad  para
           tragar.

               —Señor Wakefield... —empezó a decir el jefe de camareros.
               —El  señor  cenará  conmigo  —dijo  Wakefield—.  Siéntese,  por  favor.  Estamos
           llamando la atención.

               —Gracias. —Oliphant tomó asiento.




                                        www.lectulandia.com - Página 321
   316   317   318   319   320   321   322   323   324   325   326