Page 44 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala             Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/  El manuscrito carmesí

                     —Pues huir de uno mismo es mala cosa.  Acabarás por  no encontrarte nunca.  —
               Cambió de tono para preguntar—: ¿Tú eres el mayor o el pequeño?
                     —El mayor.
                     —Por tanto, eres Boabdil, el futuro heredero si no lo estropea este encontronazo. —
               Me escrutaba con indiscreción—. Yo me llamo Nasim. áQue quiere decir ‘brisa’.
                     El nombre le sentaba como anillo al dedo: débil, pero persistente; y aun menos débil
               de lo que su cara denotaba, porque sus caderas eran marcadas y altas, un tanto femeninas.
                     —¿Vives aquí? —le pregunté.
                     —Trabajo aquí. En el harén; pero hoy no tengo guardia. Iba con un grupo de amigos,
               cuando te diste de cara con el Consejo en pleno.
                     ¿En dónde vives ahora?
                     —Con mi madre —me arrepentí de haberlo dicho, y él lo notó.
                     —No temas; no le transmitiré el encargo del sultán.  Todo eso ya pasó. —Echó a
               andar—. A estas horas suelo estar en los baños, o en este mismo sitio. Si quieres que nos
               volvamos a ver, a mí me gustará.
                     —Dios te guarde —le dije, y corrí en busca de Yusuf.
                     Pero Yusuf estaba escondido detrás de una columna exactamente a dos palmos de
               mí; su risotada me detuvo en seco.
                     —Es un eunuco —me dijo en voz muy baja—.  No tiene la  cosita  que duele  en la
               circuncisión.
                     —¿Por eso parece un niño grande?
                     —No lo sé, pero habrá que enterarse. Yo no querría estar sin barba toda la vida.
                     —Pues eres rubio como él —le advertí con muy mala intención.
                     —Pero el que ha hecho la amistad has sido tú.

                     No tardé en informarme, más o menos, de qué era ser eunuco, y de quién era Nasim.
               Tenía reputación de magnífico alcahuete: suave, convincente, educado, portador de los más
               refinados mensajes y de los regalos más costosos.  Gozaba, a causa de su puesto, de
               múltiples y  favorables ocasiones.  No es que  fuese uno de los grandes eunucos que se
               ocupan de la política, pero tenía una buena preparación y disfrutaba del respeto general. Se
               le estimaba como sirviente cumplidor, y todos le vaticinaban una buena carrera.  Incluso
               como poeta, porque según Subh, aspiraba a ser poeta de la corte y en vías de ello estaba.
                     Mi amigo Muley, cuando me referí a Nasim, se echó a reír.
                     —Puede proporcionarte muchos datos que te serán muy útiles.  Por la  Alhambra
               circulan unos versos que tú no entenderás; pero si un día deseas halagarlo, recítaselos:

                     “Tu cuerpo es una rama de sauce, y tu rostro, la luna llena sobre el estanque, amada.
                     Pero no alardees de no otorgar a quien tanto te ama nada tuyo, porque mi mensajero
               es Nasim, y las ramas terminan siempre por doblegarse ante la brisa, y hasta la luna, por
               dejarse mecer bajo su soplo”.

                     ‘Supongo que le encantará oírtelos.  Está orgulloso de sus tejemanejes, y con toda
               razón.
                     Unos días Nasim me decía que era de Eslavonia, y otros, de Cataluña. No sé si quería
               encubrir su origen, o es que lo desconocía y lo inventaba de acuerdo con las circunstancias.
               Por lo que deduje, ignoraba quién lo había conducido a su actual estado y por qué albures
               había llegado hasta  Granada.  Fue esclavo, pero ya no lo era, porque mi padre lo había
               liberado en pago de no sé qué. Él sonreía con misterio cuando aludía a aquel servicio, y a
               mí  me daba la impresión de que  debía de estar relacionado con  Soraya, la concubina.
               Hablaba de ella con devoción, y  yo intuí que pertenecía a un partido contrario al de mi


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