Page 156 - Aldous Huxley
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CAPITULO XVIII
La puerta estaba entreabierta. Entraron. -¡John!
Del cuarto de baño llegó un ruido desagradable y característico.
-¿Ocurre algo? -preguntó Helmholtz.
No hubo respuesta. El desagradable sonido se repitió, dos veces; siguió un silencio.
Después, con un chasquido, la puerta del cuarto de baño se abrió y apareció, muy
pálido, el Salvaje.
-¡Oye! -exclamó Helmholtz, solícito-. Tú no te encuentras bien, John.
-¿Te sentó mal algo que comiste? -preguntó Bernard.
El Salvaje asintió.
-Sí. Comí civilización.
-¿Cómo?
-Y me sentó mal; me enfermó. Y después -agregó en un tono de voz más bajo-, comí mi
propia maldad.
-Pero, ¿qué te pasa exactamente ... ? Ahora mismo estabas...
-Ya estoy purificado -dijo el Salvaje-. Tomé un poco de mostaza con agua caliente.
Los otros dos le miraron asombrados.
-¿Quieres sugerir que... que lo has hecho a propósito? -preguntó Bernarcl.
-Así es como se purifican los indios.
-John se sentó, y, suspirando, se pasó una mano por la frente-. Descansaré unos minutos
-dijo-. Estoy muy cansado.
-Claro, no me extraña -dijo Helmholtz. Y, tras una pausa, agregó en otro tono-: Hemos
venido a despedirnos. Nos marchamos mañana por la mañana.
-Sí, salimos mañana -dijo Bemard, en cuyo rostro el Salvaje observó una nueva
expresión de resignación decidida-. Y, a propósito, John -prosiguió, inclinándose hacia
delante y apoyando una mano en la rodilla del Salvaje-, quería decirte cuánto siento lo