Page 144 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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1 4 4                 EL  M U N D O   HELENÍSTICO

         Asia florecía de nuevo. De todos los talleres, numerosos e innovado­
      res, el más brillante fue el de Pérgamo. Los atálidas crearon un museo en
      su palacio, donde acumularon piezas de la época arcaica de Bupalo y de
      O natas, y se rodearon de excelentes maestros. A su alrededor surgió on
      nuevo género, ia crítica de arte y, gracias a ellos, se realizaron algunas de
      las obras más notables de la época.
         En lo alto de la ciudadela, cerca dei santuario de Atenea, Atalo I eri­
      gió un gran exvoto para celebrar su victoria sobre los gálatas, aquellas
      bandas errantes de Galacia que asolaron Asia. Aunque el conjunto es di­
      fícil de recomponer, se le pueden atribuir algunas partes célebres, como
      el Gladiador o Calo moribundo del Capitolio, y el grupo de Arria y Pae­
      tus de ia colección Ludovisi, que representan, respectivamente, a un gá-
      iata expirando y a un gáiata cortándose eí cuello tras haber dado muer­
      te a su esposa. Una buena ocasión para que el artista anónimo cantara la
     gloria del soberano exponiendo la desesperación de los vencidos, cuyos
      rostros  expresan  el horror de la  derrota y de la muerte, mientras sus
      cuerpos se desploman, terriblemente heridos.
         Eumenes II construyó un gran altar para Zeus y Atenea Niceforio
     sobre cuyo basamento corría un largo friso continuo (130 rn) a la mane­
      ra oriental, que representaba una Gigantomaquia ,'n Por un lado, los gi­
      gantes. a menudo representados con hórrido realismo (monstruos con
      cabeza de león o anguípedos alados); por el otro, los Olímpicos, con ges­
      tos más moderados y elegantes.  ¡Qué poderío, qué fogosidad en esa ba-
      rahúnda descabellada, impregnada de un romanticismo que evoca el ar­
      te atormentado de Rude!  ¡Cuánta desmesura en ios rostros angustiosos
      de los monstruos!  ¡Qué  realismo llevado hasta al más ínfimo detalle,
      desde el pelaje de los monstruos a las escamas de las serpientes o los ac­
      cesorios que decoran ios pocos espacios libres de la moldura, como si el
      artista tuviera horror al vacío!  No sin cierta nostalgia cabe pensar en lo
      que hubo de ser, menos de tres siglos antes, la Gigantomaquia del Par-
      tenón; aquí, un Escopas delirante ha llevado el desorden y el torbellino
      exacerbado de las pasiones hasta el límite, para expresar mejor la bar­
      barie del conflicto que estremeció el universo antes del riiuhfo de los
      dioses.
         El poder emotivo de tales obras procede de todo lo que, finalmente,
      osan expresar: el horror y la desesperación ante la muerte o la barbarie,


         41.   En el interior se desplegaba otro iriso,  menos atormentado y más clásico,  con­
      sagrado a Telefo, hijo'de Heracles y antepasado mítico de ia dinastía (véase la pág.  148).
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