Page 141 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LA  ÚLTIMA  MUTACIÓN  DEL  HELENISMO  ESPIRITUAL   1 4 1

         El desarrollo de los grandes negocios conllevó otras creaciones, de
     las que estamos partícüiärmente bien informados gracias a las excava-
     clones de Délos. En el siglo 10, se construyó una amplia sala hipóstila
     —sobre una planta ya conocida por los griegos (véase el telesterion, o sa«
     la de iniciación a los misterios, de Eleusis y el Tersilio de Megalopolis) y,
     sin duda, de origen oriental—, tal vez más comparable a una cámara de
     comercio.^0 Por otra parte, las asociaciones de comerciantes extranjeros
     instalaron en ellas (finales del siglo II) grandes almacenes, dotados tam­
     bién de suntuosas salas y pequeñas capillas. Los posidoneístas de Beri-
     tos (véase la pág. 31) tenían una residencia especialmente lujosa junto al
     lago sagrado, en la que se han descubierto importantes estatuas (el gru­
     po de Afrodita,  Pan y Eros). Los negotiatores itálicos  tenían su propia
     agora, rodeada de tiendas y despachos, preludio de la «plaza de las cot“
     poraciones» de la Ostia imperial.
        No hay prueba mejor de la prosperidad del mundo griego y del ocio
     de sus habitantes que aquellas ciudades armoniosas, donde todo era or­
     den y belleza, en el agora, en el teatro, en la palestra, e incluso en los edi­
     ficios más utilitarios. Cabe añadir que estaban decoradas con un sinfín
     de obras de arte que sobrepasan lo imaginable; cuando Filipo V tomó
     Termo, centro de la confederación etolía, pero ciudad más bien modes­
     ta,  ¡Polibio contó 2.000 estatuas!  Como en épocas anteriores, el griego
     no concebía una arquitectura que ignorase el prestigio de la escultura.



     Género patético y realismo en la escultura

        Pocas épocas han experimentado, como la helenística, tanta devoción
     por estatuas y bajorrelieves'» Evidentemente, no todo era de primera cali­
     dad, y el hecho de llegar a un público más amplío no podía evitar cierta
     degradación del arte. No obstante, la escultura se mantuvo muy activa:
     no se limitó a seguir con el impulso adquirido ni a copiar incansable­
     mente las obras maestras del clasicismo, sino que, en los nuevos centros
     que sustituían a los tradicionales (especialmente a Atenas, venida a me­
     nos tanto en ese terreno como en muchos otros), innovó.
        Dos tendencias, ambas heredadas del segundo clasicismo, parecían
     imponerse. Por un lado, triunfaba el genero patético y h  escultura rele-


        40.   Sala sosiemd-a por 5  hileras de 9 columnas, dóricas en el exterior y jónicas en el
     centro,  Armazón visto y lucernaria central
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