Page 143 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LA  ÚLTIMA  MUTACIÓN  DEL  HELENISMO  ESPIRITUAL  143

      aquel arte encantador, cuyo valor espiritual era cada vez más desconocido,
      correspondía a un gusto por la gracia ampliamente difundido en todo el
      mundo helenístico, y se ha señalado con razón que el Sátiro descansando
      (Periboeto) es muy parecido a ciertas creaciones de los idilios de Teócrito,
         Antes de que los escultores de Pérgamo se pudieran considerar sus
      más inmediatos herederos, Escopas, maestro del realismo doliente, era
      muy imitado en Grecia, como lo atestiguan esos Alejandros «moribun­
      dos» de intensa expresión patética, con la mirada elevada a modo de éx­
      tasis, que recuerdan ks cabezas de los frontones de Tegea. Con más li­
      bertad y eclectismo, el anónimo autor de la  Victoria de Samotracia fue
      también un discípulo del escultor de Paros: la diosa de torso arqueado y
      caderas eminentes palpita con un profundo aliento, al que se asocia feliz­
      mente el ropaje agitado por los vientos marinos no sin cierta aura román­
      tica, Con más razón es de lamentar la incertidumbre, por parte de los es­
      pecialistas, respecto a la batalla que esa obra maestra conmemoraba: ¿la
      victoria de Demetrio Poliorcetes sobre Tolomeo en Salamina de Chipre,
      o más bien la victoria de Antigono Gonatas en Cos?
         También Lisipo había hecho escuela. El escultor anónimo del Hércu­
      les Famesio conserva algo de su estilo, pero el héroe semeja abrumado por
      su monstruosa musculatura de «adeta de feria» y cansado de sus propias
      victorias. El discípulo más destacado de Sicíón es Cares de Lindos, autor
      del célebre Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo: aque­
      lla monumental estatua (de 32 m de altura) de Helio, divinidad políade, se
      levantaba a la entrada del puerto de Rodas y se derrumbó a causa de un te­
      rremoto.
         Con el tiempo, surgió un academicismo. A partir del 150, la escuela
      neoática busca deliberadamente sus modelos en el pasado y huye de la ob­
      servación directa de la vida. Aquel arte frío y calculado, obsesionado por
      los logros harto eminentes del clasicismo, produjo las obras más imperso­
      nales de toda la época, al copiar incansablemente la Atenea Pártenos o las
      cariátides del Erecteion. Ese neoaticismo se prolongaría en Roma, donde
      su representante más célebre es Pasíteles (siglo i), un espíritu curioso que
      consagró cinco libros a la historia de la escultura (véase la pág. 199).

      La pasión en las escuelas asiáticas

         Pero la escultura helenística no se limitó sólo a ese arte de tradición,
     muy pronto anclado en el inmovilismo, En Asia o en Alejandría vieron
     la luz grandes creaciones, realmente animadas por un nuevo espíritu.
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