Page 151 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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L a ÚLTIMA MUTACIÓN DEL HELENISMO ESPIRíTÜAL 151
es arrastrado alrededor de las murallas y, después, pesado: escenas paté
ticas y moralistas que se han permitido vinculado, con razón, al arte de
Pérgamo.
Con tales vasos pueden compararse ios lujosos lechos de bronce,
adornados con cabezales cincelados que, a menudo, representaban es
cenas dionisíacas (mulos coronados con pámpanos o el propio Dioni
sos). Son conocidas, indistintamente, como «lechos de Délos», ya que
éste era el principal centro de producción, o «lechos de Boeto», por su
creador más célebre, el maestro de Calcedonia (véase la pág. 145).
Las series de monedas son innumerables. Cada soberano quería tener
su propia moneda, acuñada con su efigie, siguiendo una costumbre de al
gunos sátrapas o dinastas del Imperio persa, y que no sólo se instauró en ios
reinos helenísticos, grandes o pequeños, de Oriente, sino también en Sici
lia, con Hierón II, en la propia Esparta, con Cleómenes y Nabis, y en los
reinos bactrianos e indios. Son valiosas, en particular* como admirable ga
lería iconográfica en la que sobresalen algunas testas notables, como la del
gordezuelo eunuco Filetairo; la de Tigrames de Armenia, con su perfil
clásico y su pesada tiara; o, sobre todo, las de los príncipes del Ponto, Mi-
trídatés III y Mitrídates IV, representados con vigoroso realismo. Las ciu
dades independientes, lógicamente, siguieron acuñando moneda: las pie
zas de Atenas, siempre numerosas, son obra de grabadores negligentes y
rutinarios, sin sentido alguno de la composición.
Las figurillas de terracota proporcionan la evocación más delicada
de un mundo de gracia y armonía. Los coroplastas de Alejandría las real
zaban con ligeros tonos pastel. El centro más conocido estaba en el rei
no atálida, en Mirína: las figurillas que se producían allí, tal vez menos
refinadas que las tanagras del siglo IV, eran de una variedad casi infinita.
Por lo demás, hay también un comercio de baratijas de arte, vidrie
ría, medallones de bronce o de yeso, camafeos, alhajas de oro, de cristal
o de pórfido, auténticos «artículos de Alejandría», pues está claro que la
capital de los lágidas era el centro de producción de aquellas pequeñas
obras maestras, dotadas de un refinado encanto y donde la vida se su
blima en un delicado realismo, a veces caricaturesco, a veces tierno, en
tre los arabescos de una insaciable «guirnaldomanía». Las excavaciones
de Begram (Afganistán) han demostrado que eran apreciadas en lugares
muy alejados del mundo mediterráneo, donde han sido halladas en
grandes cantidades, incluso en ei centro mismo de Afganistán (véanse
las p 227-228 y sigs.).