Page 152 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
P. 152
1 5 2 EL MUNDO HELENÍSTICO
A pesar de io que se ha afirmado, el arte griego no renació en ia épo
ca helenística —no estaba muerto, aunque tampoco logró sobrevivir-—,
ya que innovó y se renovó a través de los caminos más diversos. Su prin
cipal característica era expresar el hombre, sus angustias, pero también
su aspiración a una amable felicidad. Son pocas las emociones que no
plasmase: de los excesos cié ia pasión a las delicadezas del idilio; y pocos
los temas que no abordase: griegos y bárbaros, ancianos y niños, belleza
ideal y deformidad, y aunque iba dirigido a ia élite de los ricos, a menu
do halla su inspiración en el mundo de los humildes; y caminos que no
explorase: desde el «romanticismo» de Pérgamo hasta el «barroquismo»
de ciertos relieves alejandrinos, En todo caso, siguió siendo arte griego,
porque, más que nunca, nada de lo humano le era ajeno.
LA EFERVESCENCIA RELIGIOSA
Del mismo modo que no lo hizo en el siglo IV, la religión tradicional
tampoco desapareció. Las Panateneas seguían subiendo a la Acrópolis,
los atletas midiéndose en la palestra olímpica, Delíos produciendo sus
ambiguos oráculos, y los mistas invadiendo las explanadas de Eleusis:
todos aquellos santuarios serían frecuentados más allá del período hele
nístico, hasta el fin del mundo antiguo. Además, otras construcciones vi
nieron a incorporarse a las de épocas precedentes: en Delfos, un teatro
(siglo ílí), y, en Olimpia, nuevos edificios gímnicos (palestra, gimnasio,
rehabilitación del estadio). Pero el hálito de la fe ya no existía, y los sa
crificios públicos no eran más que una oportunidad para darse una co
milona en medio del general alborozo.
Escepticismo y fervor
La religión políade, moribunda por la disgregación interna de las
ciudades, se hundió con el derrumbamiento político de éstas L1 hombre
ya no podía satisfacer sus deseos de un más allá en el marco de las poleis:
la mejor devoción ya no consistía en cumplir de la mejor manera posible
con sus deberes de ciudadano. La religión colectiva se tornó individual,
como era de esperar en una época en la que el individualismo triunfaba.
Una crisis tan profunda provocó dos actitudes opuestas. Muchos ca
yeron en el escepticismo, que no sólo se desarrolló en ciertas escuelas £í-