Page 214 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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214                    EL  MUNDO  HELENÍSTICO


         Esas aportaciones favorecieron la helenización del arte autóctono.
     Es cierto que hay supervivencias en estado puro de la tradición aquemé-
     nida, estancada y en plena decadencia (el pequeño templo de Persépolis
     del siglo III,  o el templo del fuego de Nurabad, de los siglos iii-ii). Pero
     también aparece un arte mixto greco-iraní: los templos de Kengavar y
     Jurha son de planta griega, con las columnas coronadas de capiteles que
     imitan torpemente los órdenes griegos.  En el Nimrud Dagh, el rey de
     Comagene,40 Antíoco I (69-34), extendió sobre una terraza y alrededor
     de su propia estatua las imágenes de sus dioses sincréticos enumerados
     en una inscripción griega (Zeus-Ahura, Helio-Mitra, Heracles-Veretrag-
     na): obras colosales que seguían la tradición oriental, pero en las que se
     descubre un sentido helenístico del modelado.
         Más aún, se asiste al nacimiento de un arte parto. En Nyssa, las ex­
     cavaciones de la antigua Unión Soviética sacaron a la luz un palacio real
     fortificado (siglos III-Il) cuyas metopas revelan una mezcla de elementos
     partos (carcajes con arcos y flechas) y occidentales (mazas de Heracles);
     en su interior se han hallado estatuillas helenísticas de mármol o plata
     dorada y 40 ritones de oro, coronados de grifos iraníes, pero con una de­
     coración de escenas mitológicas griegas. Sin embargo, no será hasta el si­
     glo I de nuestra era cuando el arte parto adquirirá su propia dignidad,
     sobre todo en el campo de la escultura, que une las tradiciones ances­
     trales de la estepa con los influjos helénicos, no sin una torpeza en oca­
     siones patética.



     LOS REINOS BACTRIANOS, INDIA Y CHINA

        La expedición que Alejandro realizó hacia la India abrió perspecti­
     vas ilimitadas  a la expansión helénica hacia  Oriente.  Cierto  es  que  al
     conquistador le resultó imposible llegar hasta la  cuenca del Ganges  a
     causa del amotinamiento de sus veteranos y que, por ser excesivamente
     extenso, el reino de sus herederos, los seléucidas, se vería privado de sus
     satrapías orientales. Pero los contactos, una vez establecidos, ya no se in­
     terrumpieron, y así lo demuestra, hacia principios del siglo III, la historia
     del más grande de los emperadores indios de la época helenística, Aso-
     ka. Príncipes griegos siguieron reinando en inmensas regiones reparti­

        40.   Pequeño principado en la orilla derecha del Eufrates, que sirvió de Estado ta­
     pón entre Partía y el Imperio seléucida (más tarde, romano).
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