Page 215 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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MÁS  ALLÁ  DE LAS  FRONTERAS  POLÍTICAS  215

      das hoy día entre las repúblicas caucásicas de la antigua URSS, Afganis­
      tán, Pakistán e incluso una parte de la India. Es más, las relaciones co­
      merciales y culturales entre la India y el mundo mediterráneo se intensi­
      ficaron.



      Asoka y los griegos

         Uno de los ejemplos más brillantes de las nuevas relaciones lo pro­
      porciona Asoka (261-¿224?), el soberano más poderoso de los Maurya.
      Esta dinastía, fundada en el 313 por Chandragupta (el Sandracottos grie­
      go),  que había echado a los prefectos  de Alejandro,  expandió  amplia­
      mente su poder de Aracosia a Bengala y de Afganistán a Mysore. Cono­
      cemos  bien  a  Asoka  a  través  de  las  inscripciones  con  que  sembró  su
      Imperio.  Se  trata  de  un  magnífico  conjunto  epigráfico  compuesto  de
      mandamientos de inspiración budista, que participan al mismo tiempo
      de la confesión y del sermón: el soberano, convertido hacía poco tiempo,
      toma como norma el Oharma (el Buen Orden, la Ley), que recomienda
      las virtudes esenciales. La verdadera propaganda doctrinal radica en el
      don del Oharma, regalo altruista inspirado en el amor a la humanidad y
      que exige un esfuerzo difícil y perseverante.
         Tales inscripciones expresan un ideal de realeza que se puede com­
      parar al del soberano helenístico. Los titulares se parecen: la fórmula re­
      petida a menudo de «el rey amigo de los dioses, de rostro amistoso» re­
      cuerda las fórmulas lágidas o seléucidas. Asoka amaba a los hombres, de
      la misma manera que los monarcas griegos se proclamaban filántropos
      (amigos de la humanidad). En ambos casos, la esencia del buen gobier­
      no era la justicia, que inspiraba al señor el deseo de que se le presentasen
      todos los litigios. Sin que haya influencia en uno u otro sentido, encon­
      tramos  una misma  concepción  en  dos  mundos  que ya no  están  sepa­
      rados.
         Hay, no obstante, una diferencia esencial: el rey griego sólo se guia­
      ba por la razón y Asoka se dejaba llevar por la fe, que se difundía pro­
      pagando la ley, un espíritu proselitista ajeno al soberano helenístico. Por
      otra parte, Asoka estaba inspirado por un ideal que iba más allá de la tie­
      rra: «¿Qué hay más importante que alcanzar el cielo?», exclama. En otro
      momento, aparece presa del remordimiento tras la conquista del Kalin-
      ga, en la que se produjo una gran carnicería: un sentimiento impensable
      en el Mediterráneo de la misma época.
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