Page 262 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar
Mario, un cucuteño echao pa’lante y con un corazón muy grande, me acogió, me brindo
su amistad, que bendito sea mi Dios, después de 7 años, todavía la mantenemos, hizo
un gesto de buena voluntad que jamás podré olvidar. Yo sin afeitar, con la ropa vuelta
mierda, con hambre, con mi maletín verde, lleno de mucha esperanza y poca ropa,
como quedo registrado en un vídeo grabado por Mario. Fui acogido por este ángel,
quien al ver que estaba usando bolsas plásticas en los pies, me pregunto: “Oiga don
Jorge y usted porque usa bolsas plásticas en los pies”, le conté y tan pronto acabe
mi relato, él, sin decirme nada y con muy buena voluntad, entro a su habitación y de su
closet, saco unas botas de marca y me dijo: “Hermano, eso de usar bolsas plásticas
no va con usted, tome, use estas botas que yo ya no las voy a usar y están recién
compradas”. Ahí fue cuando lo acogí como mi ángel salvador. Este gesto jamás lo ol-
vidare, gracias Marito y espero que nuestra amistad perdure para siempre.
En la actualidad, con Mario, somos buenos amigos y ojalá que este fabuloso ser
humano, nunca cambie, nuevamente gracias Marito y cuenta conmigo para lo que sea.
LOS DOS ZAPOTES
MILAGROSOS
Era un domingo a las 10 de la mañana, estaba parado en la esquina del estadio de
futbol en el barrio Tabora, viendo pasar el tiempo, que lo hacia muyyyy lentamente y
viendo un partido de futbol que estaba buenísimo, me dio hambre, y como no tenía
dinero para comprar nada de desayuno, levante la mirada al cielo e implore: “Señor
Dios, tengo hambre…!”, inmediatamente, algo que no puedo explicar, me hizo voltear
la cara hacia la caneca de la basura, ubicada junto al poste de la luz y encima de toda
la basura, habían dos zapotes grandes y hermosos, me eche la bendición y dije con
todas mis fuerzas: “Gracias Dios mío… eres inmenso”. Estaba desayunando con mis
deliciosos zapotes, cuando de pronto, apareció el padre de Geiner Ariza, un coca-colo
que había trabajado conmigo años atrás. Claro, al verme como estaba, no pudo ocultar
su sorpresa y me dijo: “Y eso don Jorgito, que le paso…?”, le conté y saco de su bi-
lletera un billete y me dijo: “Tome estos cincuenta mil pesos, yo voy de afán porque
mi padre está hospitalizado allí en la clínica Partenón”, y le dije “Dios te bendiga,
gracias y como te los pago…?” a lo que me dijo: “Tranquilo mano, después me los
lleva a mi casa en Fontibón (así lo hice), usted sabe dónde es, no se haga el hue-
vón, chao…!”.
Les cuento, estimados lectores, que esa semana tuve para almorzar y comprar los
artículos de aseo, que ya me hacían mucha falta…! Definitivamente los milagros exis-
ten…
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