Page 356 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



               La época también me hizo conocer una fábrica de muebles modernos que eran ca-
            rísimos, quedaba en la esquina de la carrera 32 con calle 26 o autopista el dorado, se
            llama muebles Arteco






               Recuerdo, no muy gratamente, una captadora de dinero que se declaró en quiebra.
            Acompañamos a mi padre porque había invertido mucho dinero en esa compañía de
            estafadores, se llamaba “casaclub”, disque para conseguir casa. Mis padres nunca
            lograron recuperar esa plata y como todo, en este lindo país, eso quedo así






               Los 22 de diciembre de cada año, jugaba con bombos y platillos, el sorteo extraor-
            dinario de navidad, su jingle decía: “El que nunca se agota”, uno lo pagaba todo el
            año, en cuotas de 25 pesos semanales






               A mi padre y a mi abuela, cuando se encontraban los domingos en la casa de Egipto,
            mi madre y yo, debíamos tener listo para atenderlos, cerveza Cabrito, Germania, Bava-
            ria, Costeña y Costeñita (tan buena la grande como la chiquita); gaseosas Coca-Cola,
            Kolcana, Manzana, Colombiana, Lux (la fábrica de las gaseosas finas), en sabores de
            piña, uva, tamarindo y kola, ahh! Y se me olvidaba la kist de limón






               Yo siempre decía, algún día usare ropa interior y camisetas bibidi (BBD), medias
            Gef y punto blanco, finas y caras, todas eran marcas para hombres, en la televisión a
            blanco y negro siempre me lo decían






               No recuerdo bien como se hacía esta delicia, siempre veía a mi madre que cogía
            como un canasto en forma de totuma y la convertía de cedazo, hacia una masa, nunca
            supe los ingredientes, la dejaba enfuertar y le echaba unas hojas de una planta, que
            creo era laurel, se demoraba toda una mañana para hacerla y a la hora del almuerzo,
            me la servía reemplazando la sopa tradicional, muchas veces me la daba de onces con
            almojábanas y yo hacía sopitas. El olor de eso que preparaba era indescriptible. Un día
            me atreví a preguntar que era y mi madre me dijo: “Mazamorra de dulce, mijo”, que
            cosa tan rica, hace más de 20 años que no la pruebo







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