Page 359 - Biografia
P. 359

Jorge Humberto Barahona González



               Nunca se me olvidara el Yodosalil pomada negra, con olor penetrante, que venía en
            un frasco de vidrio grueso, chiquito y gordo, su eslogan publicitario decía: “Frotando…
            frotando… Yodosalil lo va aliviando…”, mi madre lo usaba para todo y siempre daba
            resultado, pero esta pomada tenía un defecto, manchaba mucho






               Hagamos una pausa en los recuerdos que están muy buenos, no les parece…? Que
            tal bocadillo veleño con queso…? O un pedazo de salchichón cervecero con pan blan-
            dito, o si lo prefiere, con mogolla o pan francés…? Ahh…! que ricooo…! Y para rematar,
            que tal un masato o una avena caleña…? Ahora si, continuemos con nuestros recuer-
            dos






               En los recreos del colegio también disfrutábamos con la gaseosa y la papa frita sa-
            banerita, la comprábamos en la tienda escolar o cooperativa, y como es el destino de
            bello conmigo, con el tiempo, cuando trabajaba con Coca-Cola, como yo era el encar-
            gado de los activos de la compañía, kioscos, avisos, neveras verticales, etc. Tuve la
            oportunidad de conocer al dueño de la sabanerita, cuando quiera le cuento esta apa-
            sionante historia, sino, dejemos así ahijadito





               Cuando conocí la casa olímpica, tenía 7 años de edad, quedaba en la calle 16 con
            carrera 4, quede de paté, o sea, fascinado (como decía mi madre). Era un almacén
            grande, donde se encontraban implementos deportivos para todos los deportes.






               La Pony Malta, bebida de campeones, como venía en botella pequeña, mi madre me
            la empacaba con un sándwich de mortadela o jamón en mi lonchera para mis medias
            nueves (10 de la mañana), y para las onces, a las 3 de la tarde, imagínese, yo tomaba
            mucho, me dolía la barriga y me daba diarrea, porque sería…?





               Para nuestro descanso anual, o sea, las vacaciones de mis padres, que bien podían
            ser en la costa Atlántica, santa Marta, Barranquilla, Cartagena o san Andrés islas, mi
            padre me llevaba para que yo me acostumbrara a programar mis vacaciones cuando
            me casara, y así lo hice, mis vacaciones siempre fueron sagradas para compartir con
            la familia. El siempre utilizo una oficina de turismo, era más costoso, pero más con-
            fortable y seguro, se llamaba viajes chapinero, quedaba en la calle 63 con carrera 13




                                                            359
   354   355   356   357   358   359   360   361   362   363   364