Page 365 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
El Vick Vaporub, venia en un frasco gordo y pequeño, con un poquito de tos que me
diera, me embadurnaban de Vick Vaporub detrás de las orejas, nariz y cuello, y como
si fuera poco, en todo el pecho y encima nos forraban el pecho con papel periódico,
picado con alfiler. El eslogan publicitario era: “Vick Vaporub… se frota… y basta…!”,
era efectivo y nos espantaba la gripa y la tos, tenía demasiado mentol, “Pero mijo,
aguántese, no ve que es un remedio”, decía mi padre. También existían las pastillas
Vick, eran en forma de triángulo de color café, tenían que chuparse, nunca morderlas,
servían para refrescar la garganta, eran de sabor a menta helada, como el Halls men-
toliptus, acuérdeme y le echo el chiste del Halls, oyó…?
La pomada infrarub para las torceduras de los tobillos o muñecas, como me paso a
mí cuando llego el televisor de 17 pulgadas a mi casa, pero eso es otro cuento, sigamos
con la pomada. También servía para aliviar los famosos “micos” por dormir con el cuello
torcido o la famosa “tortícolis” que llamaban. Como complemento de la pomada, pren-
dían la costosa y efectiva lámpara infrarroja de Phillips, esta lámpara era el rayo láser
de la época (1960), tenía un alivio y efecto inmediato donde se aplicaba el reflector. Era
negro cuando estaba apagado y después de 20 minutos de estar prendida la lámpara,
daba un color rojo. Mis padres andaban orgullosos de la lámpara, la prestaban al que
la necesitara
La emulsión de Scott, producto lechoso, color blanco, sabia a pescado Bacalao. En
la etiqueta del frasco, aparecía un señor cargando un pescado. A muchos no les gusta-
ba, a mí siempre me fascino, por eso es que tengo bonita dentadura y huesos fuertes. A
mis dos hermosos hijos, Jorge Alejandro y Sandra, les di por litros de esa vaina, cuando
se los encuentre, por favor, pregúnteles si les gustaba.
Milo, en tarro mediano, en polvo y sabia a chocolate, es delicioso, yo me lo comía
crudo, los domingos no me perdía a las 11 de la mañana las aventuras de súper car,
programa presentado por Nick Camelo y patrocinado por Milo
Ropa Caribú, los teteros Evenflo, los zapatos “Notuerce”, me los compraban en
los almacenes “El nena”, de la calle 12 con carrera 7ª. Las bizcocherías Cyrano,
me fascinaban los de chocolate de tres pisos, las milhojas y las mantecadas. Los perió-
dicos que me impactaron, el Vespertino y el Bogotano. Me fascinaban los bocadillos
en rollo, en el centro traían arequipe, los vendía don Luis en un cajón de madera cua-
drado, que siempre cargaba en la cabeza. La pomada Merey, era para las raspaduras.
El restaurante Manolo, quedaba en la calle 13, debajo de la avenida Caracas, a mano
izquierda bajando, su especialidad era “Cayos a la madrileña”
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