Page 149 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 7
En el aeropuerto de la capital mexicana me recibió el ‘Conejo’ Alejandro
Scopelli en persona, Gatica un técnico mexicano y Monsevais, un
profesional de la misma nacionalidad, que había realizado el curso de
preparación física en Rusia. Me hospedé en una residencia cercana a
la Embajada de los Estados Unidos. Desde el primer momento me
concentré en ubicarme.
A la tarde del primer día de mi estancia sufrí el primer colapso por la co-
mida. Entré en un restaurante y pedí un minestrone, obviamente a la ita-
liana, como me ha gustado siempre. Me pasaron una sopa con vainitas,
que no se veía apetitosa y la devolví. Luego solicité un tbone steak y llegó
a la mesa una carne tacha y delgada, que parecía que le había pasado el fe-
rrocarril. Superado ese ayuno, luego degusté sabrosos platos de la comida
mexicana. Desde que aprendí a comerla, no la he dejado nunca más.
A la mañana siguiente, ni corto ni perezoso, cuando el ‘Conejo’
Scopelli fue a verme en el hotel para llevarme a las dependencias de la
Federación Mexicana de Fútbol, donde se iba a dictar el curso, tomé
su portafolios para ayudarle y nunca más me desprendí de él. Así pude
revisar los apuntes de Scopelli, los detalles tácticos y muchos temas
que enriquecieron mi caudal de conocimientos. Aprendí rápido a
transportarme en el Metro y en pocos días estaba plenamente adaptado
a esa tierra maravillosa, de la que guardo inmensos recuerdos.
En el curso estaban profesionales de todas las latitudes y decidí
meterme de cabeza. Con alma, vida y sombrero. A la noche revisaba
las anotaciones de Alejandro Scopelli y le daba con los dos dedos a
la vieja máquina de escribir para guardar los datos. Todavía no había
copiadoras en ese tiempo.
Aprendí a comer las famosas tortillas de puro maíz, que sustituían al
pan, que comencé a extrañar, pero en cambio como siempre me ha
gustado el picante, con el chile jalapeño adornadaba las comidas y me
sentía en mi salsa.
Me metí rápido en el ambiente de la noche mexicana. Con mis
compañeros entrenadores nos dirigíamos casi todas las noches al
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