Page 150 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Salón Tenampa, en la famosa Plaza Garibaldi, el nido de los mariachis.
            Aprendí a tomar tequila con sal y frecuentemente alargábamos la
            noche, sobre todo los fines de semana que estábamos libres del curso.

            Los domingos iba al Teatro Blanquita, legendario escenario en el que
            se presentan las grandes figuras de la canción mexicana. En ese tiempo
            nos deleitamos con José Alfredo Jiménez, que estaba de moda y era un
            cantante excepcional. No éramos santos, pero tampoco degenerados.

            Las rancheras y los caballitos de tequila nos atrapaban, por eso aprendí
            a  tomar caldo de  birria,  una  sopa  picante que  sacaba  ‘la  cruda’, el
            chuchaqui para los mexicanos.

            En el Distrito Federal encontré a un ecuatoriano que iba a casarse por
            esos días en Querétaro y tuvo la gentileza de invitarme. Efectivamente,
            me desplacé un viernes a esa ciudad. El matrimonio estaba programado
            para el sábado, pero la fiesta duró hasta el lunes. Fue un matrimonio a
            la mexicana, como había visto en las películas.


            Otro día conocí el impresionante e imponente estadio Azteca. Jugaban
            México e Inglaterra y la Federación Mexicana de Fútbol me invitó al
            partido al que asistieron 120 mil espectadores. Observé el choque desde
            un palco especial. Ahí pensé que fue “una desgracia con felicidad” que
            Deportivo Quito no me haya contratado. Estaba feliz de la vida.


            Mientras tanto, en el curso ya hacíamos demostraciones prácticas
            en el campo, recibíamos conferencias sicológicas y médicas, en las
            que enfatizaban que el cigarrillo siempre fue más dañino que el
            propio alcohol. Tenía todo el tiempo para aprender y aproveché para
            profundizar el conocimiento de la preparación física. Capté que
            la velocidad es el éxito en la preparación física. No es la fuerza ni la
            elasticidad. Es la velocidad física y mental. El curso duró en total seis
            meses, yo estuve siete. Encantado, viviendo a todo pulmón.


            Cerca del regreso, una mañana pasé por San Juan de Letrán y observé
            una tienda de trofeos. Me llamó la atención uno que estaba construido
            en mármol, con adornos dorados. Hice la cuenta en dólares y el precio

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