Page 16 - LIBRO ERNESTO
P. 16
Ernesto Guerra Galarza
El equipo azulgrana cayó en una llave durísima, integrada por The
Strongest de Bolivia y Boca Juniors de Argentina. Especialmente por
este último, que tenía en sus filas a jugadores de la clase del ‘Tano’
Antonio Roma, Alcides Silveira, Silvio Marzolini, Antonio Ubaldo
Rattin y José Francisco Sanfilippo, ‘El Nene’, un personaje volcánico
y malgenio, al que Ernesto Guerra había sacudido en 1960, con un
revolcón de novela, porque los tildó de indios.
El equipo dirigido por el ‘Negro’ Juan Ruales cayó en el Atahualpa por
1 a 0 ante el once boliviano y volvió a perder como local ante Boca
Juniors por 2 a 1. Empató 2 a 2 en La Paz y en La Bombonera se vino
la estantería al piso, al caer 4 a 1 ante los ‘Xeneizes’.
El hecho no tendría mayor relevancia, tomando en consideración que
en aquellos años, el fútbol ecuatoriano –la selección y sus equipos-, era
casi siempre vapuleado en condición de visitante, a no ser porque en
ese mítico escenario se produjo un ‘impasse’ que marcó el final de la
brillante carrera como jugador de Ernesto Guerra.
“A pocos minutos para el arranque del partido, el médico se
acercó y me dijo que no iba a entrar como titular, que jugaría en el
segundo tiempo. Me hirvió la sangre, se me revolvió todo y tomé
la decisión de cambiarme y marcharme a las tribunas. Cuando lo
estaba haciendo, llegó otra vez el doctor y anunció que cambiaron
de parecer, que iba a entrar como titular. Vayan a jugar con lodo,
riposté y me marché a la tribuna. Luego en el hotel no crucé una sola
palabra con nadie, bajé de mi habitación diez minutos antes del viaje
de regreso y decidí retirarme del fútbol. Mi carácter y mi temple no
estaban en capacidad de soportar una maniobra tan desleal, si yo era
el capitán del equipo y había dejado todo en la cancha para defender
los colores del Deportivo Quito. Pero como siempre, las mentes
negras intervinieron y quisieron perjudicarme. No les di gusto y me
marché”, recuerda siempre Ernesto en tono de rabia, con esa fibra
guerrera que fue su sello, viviendo otra vez con intensidad la sucia
jugada fabricada en su contra en La Bombonera. Lloró, como lloran
los hombres, cuando se sienten afectados, pero igual se fue, porque
su palabra jamás tuvo retroceso.
16