Page 20 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
de Washington Cataldi, el insigne presidente del Peñarol multicampeón
de la década del 60, los datos de Roque Gastón Máspoli y las pistas
de Alberto Spencer, importó un cuarteto que en tierra ecuatoriana la
rompió, convulsionando a la hinchada azulgrana.
Ellos eran: Víctor Manuel Batainni, un ‘botija’ de 18 años, imberbe y
asustado; Luis Alberto Aguerre, un arquero desconocido que nunca
antes se había subido a un avión; ‘El Pototo’ Héctor De Los Santos, un
zaguero largo y alto como un árbol y Oscar Milber Barreto, un crack
con todas las letras, que resultó el ‘más caro’ y que era el único que
tenía experiencia, porque antes de su llegada a Deportivo Quito había
jugado en Perú y Venezuela.
El milagro se hizo y el dinero alcanzó. Apenas una cantidad irrisoria fue
suficiente para contratar al ‘Loco’ Batainni, que se coronó goleador del
torneo 68; otro paquetito de dólares para convencer a De Los Santos
y a Luis Aguerre, que vivía en el barrio de Cerrito, sin soñar siquiera
en convertirse en el próspero empresario de jugadores que es hoy y,
los inconvenientes solamente aparecieron al cerrar el trato con Oscar
Milber Barreto, que efectivamente era un ‘Poeta’ malhumorado y de
carácter raro, que se llevó dos mil de aquellos 5 mil dólares, que fueron
cuidados con extremo celo.
Ese equipo fue un ‘boom’. Regaló jornadas maravillosas. Ganó en
todas las canchas. Se paseó en el campeonato, lo ganó de punta a
punta y Ernesto Guerra se subió a la escalera de la gloria con sobra
de merecimientos, poniendo la primera piedra del éxito que le
acompañaría detrás de la raya de cal, hasta establecer otro récord en su
palmarés y en el del fútbol ecuatoriano.
Luego ganaría tres títulos más con Nacional, compartiendo ese
escalafón con el desaparecido Héctor Morales, que también ostentó
cuatro coronas, hasta marcharse de este mundo tras recibir una cadena
de puñaladas en los alrededores del domicilio de su familia.
Ernesto trabajó en Universidad Católica y dejó profunda huella.
Revolucionó a la hinchada de Aucas, que saboreó triunfos inolvidables,
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