Page 216 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza
detestable del árbitro Elías Jácome que en ese partido se desempeñó
como juez de línea.
El manabita tenía ‘enyesado el brazo’ en contra de Nacional. Sus
continuos errores exasperaron al capitán Luis Velarde, que era mi
preparador físico. Cansado de tanto atropello se acercó a la raya y le
propinó un puñetazo y fue expulsado del terreno de juego. Ganamos,
eso era lo que importaba. Y lo hicimos en buena ley.
EL inOLvidAbLE MOnUMEnTALAzO
En Guayaquil imperaba un clima hostil para el partido de vuelta.
Estaban dolidos por la derrota, pero tomaron como principal pretexto,
la agresión del Capitán Velarde a Elías Jácome. “Guerra avisada no
mata gente”, dije para mis adentros y comencé a planear la logística para
aguantar la tacada. No fuimos al hotel que habíamos reservado como
estaba previsto. Necesitábamos cambiar la jugada sobre la marcha.
Nos instalamos en la Base Aérea, con la autorización tramitada por el
General Santiago Egas, que era oficial de la Fuerza Aérea Ecuatoriana
y presidente del club. Barcelona era más en el análisis individual,
aparentemente tenía un mejor plantel que Nacional, pero en la cancha
siempre serán once contra once.
Llegamos al Estadio Monumental con sigilo, casi a escondidas,
porque la hinchada de Barcelona era un hervidero. Todos vestíamos
ropa de civil para que la gente no nos reconociera. Fuimos custodiados
por varios patrulleros y motocicletas de la policía. Ahí recibimos la
primera sorpresa.
La puerta por la que tenía que ingresar el bus de Nacional estaba
corchada. Un trailer estaba cruzado. “Ustedes no se mueven del bus”,
les dije a los jugadores y me bajé para reclamar por la viveza. “Tienen
que quitarlo, porque bajo ningún concepto vamos a entrar caminando”,
protesté en voz alta, infundiendo respaldo y carácter a mis jugadores
que estaban acostumbrados a mi temperamento fuerte. A mi lucha
contra los abusos.
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