Page 233 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 11



               contrario. El penal que cobró en el Monumental de Buenos Aires, en
               la noche del vergonzoso atraco que montó el boliviano Ortubé para
               forzar el empate de Argentina en la Copa América del 83, es una
               imagen que morirá conmigo.

               Tuvo la personalidad para pararse en un escenario mítico, en un
               momento delicado y clavar el esférico en la esquina baja del arco
               defendido por Ubaldo Matildo Fillol. Le acaricié el cachete, con cierta
               fuerza antes del disparo, pero el ‘Alemán’ no falló. Un jugadorazo.


               En la media cancha tuve la inmensa fortuna de coincidir con tres
               volantes que difícilmente se repetirán en el fútbol ecuatoriano. Todos
               en el mismo equipo, en el Nacional brillante que conquistó los dos
               tricampeonatos. Me refiero a Luis Granda, Carlos Ron y José Voltaire
               Villafuerte. ‘Garnica’ Granda era un ‘perro de presa’ para recuperar la
               pelota. Hablador, exigente y peleador. Era un infierno para los rivales.
               Era ganador, se peleaba con sus propios compañeros, con el árbitro y
               enfrentaba a cualquier adversario, sin medir ni contextura ni peso. Era
               casi un petiso, pero tenía alma de guerrero. Un jugador que se hizo en la
               calle, en el barrio, de esos a los que les dicen ‘plazuelas’. Me encantaba,
               así era yo en la cancha.

               Carlos Ron era el motor, el hombre de los ‘cinco pulmones’. Era
               liviano pero corría el rectángulo en forma incansable. Estaba para
               jugar tranquilamente  180 minutos consecutivos. Era  el tubo  de
               oxígeno para todos. A pesar de su fragilidad física, no rehuía la
               lucha. Lo golpeaban, pero seguía sin amilanarse. Era un reloj,
               siempre rendía arriba de los 8 puntos. Nació en Aucas como lateral
               derecho, pero la franja era un espacio reducido para mostrar su oficio
               de ‘Correcaminos’. Era el primero en la fila de los entrenamientos.
               Regaba la cancha de sudor y sangre.


               Hablar de José Voltaire Villafuerte, es citar a uno de los jugadores
               más finos que han aparecido en el balompié nacional. De técnica
               depurada, exquisito talento e inspiración, ‘Cielito’ fue la batuta de
               las grandes jornadas de los ‘Puros criollos’. Manejaba los hilos en el
               medio y poseía gran poder para la definición. Era un cóctel explosivo

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