Page 234 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            de ingenio y olfato de gol. El grupo lo quería. Tenía chispa y un carácter
            afable. Es un referente de todos los tiempos.


            Entre mis mediocampistas preferidos, sería un sacrilegio olvidar a Oscar
            Milber Barreto y Carlos Ernesto Berrueta. ‘El Gringo’ me regaló horas
            de triunfo en Aucas, que se interrumpieron por la tromboflebitis que me
            obligó a dejar la conducción en la mitad del camino. Sólo Dios sabe cual
            pudo ser el final de ese año 1987, porque después Berrueta se descarrió.

            Lo de Barreto fue sublime. Era un crack. Un fuera de serie. En Deportivo
            Quito marcó goles magistrales. Sus extremidades derramaban talento.
            Varios de sus goles son inolvidables. Le mató su carácter raro cuando se
            marchó del Deportivo Quito. No fue el mismo ‘Poeta’, el que se puso
            las blusas de Liga y Universidad Católica. También intentó en el fútbol
            colombiano, pero no destelló como en la corona que obtuvo en 1968.
            Barreto tiene un lugar especial en mi memoria.

            Los punteros hábiles y gambeteadores siempre fueron mi debilidad
            y en ese rubro, ninguno como Armando Larrea. En mis tiempos me
            fascinaba el juego de Gonzalo Pozo, pero lo de ‘Tito’ era más explosivo,
            era un imán para el espectáculo. Pequeño de cuerpo, pero enorme para
            encarar con atrevimiento a laterales que lo golpeaban, impotentes para
            frenar sus alardes de habilidad.


            Después aparecieron otra clase de punteros, aquellos con desborde,
            tranco largo, potencia, diagonal y gol. Y tuve a los mejores: al ‘Flaco’
            Fabián Paz y Miño, que era un auténtico ‘Bombardero’. Un alero
            veloz, letal que ganó ocho coronas con Nacional y goleaba todos los
            domingos. El otro es Fernando Baldeón. Un auténtico tractor. Dejaba
            surcos en sus arremetidas por la derecha. Le decían ‘La Fiera’. Era una
            fiera. Iba al frente sin temores y la metía en el arco enemigo. Los dos
            fueron un lujo. Fueron los turbos que le dieron alto vuelo a Nacional.


            El rosario de goleadores que manejé fue espectacular. El primero
            que brilló con todas las luces fue Víctor Manuel Batainni. El ‘Loco’
            tenía un olfato sensacional. Aún no cumplía 19 años, cuando llegó a
            Deportivo Quito y se consagró como goleador del torneo nacional de

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