Page 241 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 11
Practicaba con insistencia los tiros libres y el cabezazo en el área rival.
Dejé de lado las barreras de madera, porque el jugador tiene que estar
en contacto con la realidad. En los partidos no se ponen barreras de
metal ni de madera. Las barreras están compuestas por humanos. Les
decía: “cuiden la herramienta y levanten la cabeza para que vean el
panorama y el trayecto de la pelota”. Quería jugadores con valentía, sin
temores a recibir un pelotazo.
Y para cabecear frente a los palos adversarios, les corregía puntualmente,
porque siempre existieron jugadores que van a la cita con el balón
con los ojos cerrados. “Abran los ojos”, les pedía y varios aprendieron
a cabecear con solvencia y a marcar goles. “Si cabecean mal vamos a
perder partidos y dinero. Nadie se ha muerto cabeceando”, gritaba para
repetir la maniobra si no cumplían las órdenes. Pregunten cuántos
están agradecidos por ese trabajo tesonero.
Trabajaba directamente con los arqueros. Los mataba a pelotazos y en los partidos rendían
en forma sobresaliente. En la gráfica con Carlos Delgado, uno de sus preferidos.
Memorias de un triunfador 241