Page 41 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 1



               hoy santo elevado a los altares por el Papa Juan Pablo II. También
               recitábamos pequeños versos que los llamaban loas.


               En la Noche Buena, en mi familia que era muy tradicionalista, no podía
               faltar la cena de Navidad, que dadas las circunstancias nos servíamos
               en los mostradores del negocio de mis padres que permanecía abierto
               hasta las 2 o 3 de la mañana, porque llegaban a comprar a última hora,
               los clientes que habían olvidado algún producto.

               La cena la elaboraba mi mamá con nuestra empleada, María del
               Carmen Calvopiña, que nos sirvió con amor y lealtad junto a su
               esposo Felipe Carrera, de profesión carpintero. Sus hijos hacían la
               limpieza y atendían la cocina. En ocasiones especiales, mi mamá
               con la ayuda de María elaboraba ricos platos: los pristiños con miel
               de raspadura, los buñuelos que tenían una miel diferente que era
               de azúcar y el caldo de gallina, muy sabroso. Como dirían hoy, de
               gallinas criollas, no como las pollas actuales.

               Como todavía no había la costumbre del árbol de navidad, se ponía
               en la ventana los zapatos más viejitos, para que pase el Niño Jesús
               poniendo  los  regalos  que  en esa  época no  eran  los  juguetes  tan
               sofisticados como son los de hoy. Eran de madera o de hojalata que
               elaboraban los artesanos. Recuerdo que los juguetes que venían del
               exterior, también estaban fabricados en hojalata. En una de esas
               navidades, el Niño Jesús nos trajo unos lagartos de medio metro
               que se les daba cuerda y caminaban arrojando chispas por la boca,
               que abrían y cerraban. También una pista con carreras de caballos,
               de unos 80 centímetros de largo, que funcionaban envolviendo una
               piola al costado en una rueda, y al tirar la piola salían corriendo los
               caballitos impulsados por unos rulimanes. La señal era una flecha
               que separaba para evitar los alegatos. Este original juego, lo conservo
               hasta hoy. Es una reliquia.


               El último día del año, en Año Viejo, elaborábamos el muñeco bajo
               la dirección de mi hermana Blanca, que daba las órdenes a los chicos
               de la vecindad para que traigan la viruta, el aserrín, las ramas de
               eucalipto y otros elementos necesarios para armar el escenario en

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