Page 17 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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Que la razón traiciona al espíritu es algo comprobado a menudo en los avatares de los pueblos. Y
                  si la guerra es la continuación de la política por otros medios, es precisamente el elemento político
                  el que, con frecuencia, aporta el aspecto cómico de la tragedia. El caso de Bulgaria es el que nos
                  parece más aleccionador.

                  Bulgaria, en efecto, es el único país del mundo que ha estado, simultáneamente en estado formal
                  de guerra contra los dos bandos contendientes en la Segunda Guerra Mundial. El caso merece
                  explicarse con cierto detenimiento.

                  Políticamente aliada del Reich, pero militarmente neutral, Bulgaria participó con sus tropas en la
                  ocupación de las provincias griegas de Tracia Meridional, Macedonia y Dobrudja.    Miembro del
                  Pacto Anti-Komitern, no declaró la guerra a la cercana URSS pero en 1941, y sin duda para, hacer
                  valer su condición de miembro del Eje, declaró la guerra a la lejana Inglaterra.    Las presiones de
                  Von Papen, el embajador alemán, lograrán que los búlgaros manden, simbólicamente, algunas
                  unidades de voluntarios al frente ruso, pero Sofía continuará sin declarar la guerra a la URSS.

                  Cuando, con el paso del tiempo y el cambio de la suerte de las armas, Bulgaria se da cuenta de
                  que Alemania va a perder la guerra, la deja en la estacada y, sin molestarse en buscar pretexto
                  alguno, le declara la guerra.    Por otra parte, en vista de que los ejércitos soviéticos se acercan a
                  las fronteras búlgaras, los hábiles políticos de Sofía piden a Inglaterra la suspensión de
                  hostilidades -unas hostilidades que, en realidad, no han llegado a romperse nunca- e invita a los
                  británicos a que ocupen Bulgaria. Si vienen los ingleses, no podrán venir los rusos, piensan en
                  Sofía. Pero entonces, Stalin, que ve esfumarse la posibilidad de liberar a Bulgaria, sin motivo ni
                  pretexto alguno, tampoco, le declara la guerra. Trágica situación para los aprendices de brujos del
                  gobierno búlgaro. Aterrados ante la perspectiva de ser liberados por los ejércitos soviéticos, los
                  políticos búlgaros deciden que es preferible ser liberados por los occidentales. Por tal razón anulan
                  sus negociaciones de paz con Inglaterra, que no se ha tomado el asunto en serio, y declaran la
                  guerra a los Estados Unidos. En ese instante, los hábiles, los realistas, los patrióticos, o como
                  quiera llamárseles, han conseguido estar, simultáneamente, en estado oficial de guerra con
                  Alemania, Inglaterra, la Unión Soviética, Estados Unidos y, lógicamente, con las demás Naciones
                  Unidas y la Commonwealth.    Naturalmente, quien pagará la factura de tantos maquiavelismos será
                  el pueblo búlgaro. Sofía será bombardeada, sucesivamente, por americanos y por alemanes. Los
                  soviéticos atravesarán la frontera búlgara y liberarán el país.    Y los hábiles, realistas y patrióticos
                  serán fusilados, acusados de traición. Como colofón de esa auténtica tragicomedia histórica, cayó
                  un telón.    Rojo, naturalmente.


                  El caso de Andorra, en cambio, no llega a tragicomedia. Ni siquiera a comedia. Queda en sainete.
                  Y, no obstante, Andorra fué el único país que luchó en dos guerras mundiales simultáneamente.
                  En efecto, cuando se redactó el Tratado de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial, las
                  grandes potencias se olvidaron completamente de Andorra y no la incluyeron entre las signatarias
                  de la convención de paz.    Como el ejército regular de ese pequeño estado pirenaico se componía,
                  a penas, de una docena de hombres, Andorra era, sin duda, el país más incapaz de continuar la
                  Primera Guerra Mundial por su cuenta. Pero la posición del país empeoró en 1939 cuando, a
                  consecuencia de su peculiar posición con respecto a Francia, Andorra se encontró luchando en
                  dos guerras mundiales simultáneamente.    Hasta que, finalmente, el 25 de septiembre de 1940,
                  firma un tratado de paz privado con Alemania, concluyendo oficialmente la Primera Guerra
                  Mundial. Esto trajo, oficialmente, la paz a Andorra, por primera vez en cuarenta y cuatro años, lo
                  cual es doblemente admirable si se tiene en cuenta que ese -teóricamente- belicoso estado gasta
                  todo su presupuesto de defensa en municiones de fogueo para las ceremonias oficiales.


                  El caso de San Marino es igualmente único. Esa minúscula república centro-italiana aprovechó la
                  oportunidad -la coyuntura, como ahora se dice- para subirse al carro del vencedor y declaro la
                  guerra a Alemania, en 1944, una vez las tropas aliadas habían rebasado a dicho estado y
                  progresaban hacia el Norte. Ocurrió, empero, que la subida al carro fue algo precipitada, y los
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