Page 18 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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gobernantes del pequeño estado debieron apearse en marcha, pues un contraataque de la
                  Wehrmacht llevó a los alemanes a rebasar de nuevo San Marino, pero esta vez en dirección Sur.
                  San Marino comunicó, por teléfono, a un coronel de la Wehrmacht, que capitulaba, y sólo a
                  principios de 1945, cuando los alemanes apenas resistían en el Norte de Italia, volvió San Marino a
                  declarar la guerra al Reich. Dos declaraciones de guerra al Nazismo.    Esto no lo ha hecho nadie
                  más y merece destacarse.

                  Si Andorra detenta el récord de belicosidad (44, años) y San Marino el de rectitud en las ideas (dos
                  guerras contra un mismo país en el espacio de cuatro meses) Zanzíbar, más modestamente,
                  detenta el de rapidez. Pues la derrota más rápida en una guerra fue la sufrida en 1896 por Said
                  Khalid, el pretendiente al Sultanato de Zanzíbar. En realidad, Said Khalid era más que un simple
                  pretendiente. Era el auténtico Sultán, que había depuesto al anterior, impuesto por los ingleses
                  como criatura suya, aherrojándolo en una mazmorra. El 27 de agosto, se presentó en aguas de la
                  isla una flotilla inglesa que entregó un ultimátum. Said Khalid rehuso abandonar el palacio real tal
                  como se lo exigía el Contra-Almirante Harry Holdsworth Rawson, de manera que las hostilidades
                  se rompieron a las nueve y dos minutos, alcanzaron su punto álgido a las nueve y cuarto y todo se
                  terminó a las nueve y cuarenta minutos.
                  La joya de la defensa de Zanzibar era su único barco, el Glasgow, un viejo mercante artillado, que
                  fué hundido con sólo dos disparos. Fue el fin de la defensa indígena que duró, exactamente, treinta
                  y ocho minutos.

                  El palacio del Sultán fué completamente destruido; el otro Sultán, el pro-inglés, volvió a ocupar el
                  trono, o lo que quedara de él, Said Khalid ocupó el lugar dé éste en la mazmorra y, para añadir el
                  insulto a la destrucción total, los ingleses obligaron a los nativos a pagar el gasto de las municiones
                  utilizadas en la destrucción del lugar (14).

                  Andorra el más belicoso; San Marino, el más constante; Zanzíbar, el más rápido. Pero, en rigor,
                  debemos admitir que el más admirable estado, desde el punto de vista bélico, es, creemos
                  sinceramente, Bolivia. Bolivia es, manual de historia en mano, el país más perdurablemente
                  derrotado de toda la historia moderna. Como Bolivia, nadie. En efecto, en 1828, tras obtener la
                  independencia en lucha con España, que abandonó sus posesiones sudamericanas casi de golpe,
                  Bolivia fue invadida y derrotada por el Perú, quedando englobada en un nuevo estado llamado la
                  Confederación, la cual duró hasta 1839, cuando Chile conquistó Bolivia y dió comienzo una
                  explotación de las riquezas bolivianas que duró cincuenta años. Para dar termino a esa
                  explotación, Bolivia se alió con Perú pero fue completamente derrotada por los chilenos que le
                  arrebataron su provincia costera de Atacama, rica en nitratos. Un año después, Bolivia fué atacada
                  por el Perú que le arrebató más territorio en el Norte.    Desde 1932 hasta 1935, Bolivia luchó en la
                  sangrienta guerra del Chaco, contra Paraguay, que también perdió.
                  Como -consecuencia de sus reveses militares, Bolivia ha perdido casi el sesenta por ciento de su
                  territorio original desde que alcanzó su independencia, en 1825 (15).
                  Perdió, a causa de sus sempiternas derrotas militares, el pueblo boliviano, la fé en sus bizarros
                  profesionales de la milicia Ciertamente que no. Y su fé fué debidamente recompensada. Pues en
                  1945, por fín, Bolivia alcanzó la victoria en una guerra.    Aconsejado, -o presionado, como diría un
                  malévolo fascista- por el Presidente Roosevelt, el gobierno boliviano declaró la guerra a Alemania.
                  No hubo tiempo de mandar a Europa un batallón boliviano que acelerara el fín de la contienda.
                  Pero Bolivia hizo algo más que aportar su precioso apoyo moral a la Cruzada de las Democracias.
                  En efecto, las autoridades bolivianas, sin necesidad de utilizar la aviación ni los tanques,
                  despojaron de sus bienes a los casi cuatro mil inmigrantes alemanes, epopeya que debió quedar
                  adecuadamente valorada en el Olimpo democrático. Pero, claro, la perfección no es de este
                  mundo.

                  Resulta que llevadas de su celo incautador, las autoridades bolivianas molestaron a ciertos
                  alemanes que no se merecían los malos tratos, como los otros. No sabemos si intervino la
                  sinagoga local, o bastó con un breve telefonazo del tercer subsecretario del Presidente Roosevelt,
                  pero adecuada reparación fué de inmediato ofrecida a las víctimas inmerecidas, por los intrépidos
                  servidores del orden bolivianos.
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