Page 16 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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de los cables de arrastre, a unos ochenta metros del blanco. El Saintes estaba a unos ciento
cincuenta metros. Disparó una granada que marró el blanco por unos ochenta metros, y hundió el
remolcador. (11)
El H.M.S. Endurance, un rompe-hielos de 3.600 toneladas de, la Marina Británica alcanzó, por
mediación de su cañonero, su nivel de incompetencia al lograr la más desafortunada salva de
saludo que conoce la historia naval. En efecto, al llegar a Cape Town el yate Adventurer,
representando a Inglaterra en la carrera de veleros alrededor del mundo, fue saludado por el
Endurance con una salva de nueve cañonazos. Pero el sexto destrozó todo el velamen y la
tripulación del Adventurer perdió un día entero cosiendo la vela. El tiempo perdido le costó la
pérdida del primer puesto.
La incompetencia es general. Consustancial con el bípedo vertical, mamífero e implume. No
escapan a ella, en última instancia, ni los reputados como particularmente eficientes. Todos hemos
oído hablar de la eficiencia alemana. Existe. Es evidente. Pero...
El 22 de febrero de 1940, un bombardero de la Luftwaffe, que volaba cerca de Borkum, avistó a
dos destructores. En lo que los cronistas aliadófilos denominarían ejemplo de la barbarie de los
Hunos ametralló, bombardeó y averió seriamente a los navíos.
Raramente ha causado tantos daños un sólo aeroplano. Los dos destructores, el Lebrecht Maass y
el Max Schultz pertenecían a la Kriegsmarine (12).
En cuanto al menos afortunado de los buques de guerra creemos debe ser el H.M.S. Trinidad. Es
un caso curioso. Se ha dicho que en tiempo de guerra el auto-sacrificio es la virtud capital. Nuevas
cumbres se alcanzaron, a este respecto, en 1941, cuando el citado Trinidad disparó un torpedo
contra un destructor alemán. A pesar de que llevaban mucho tiempo sirviendo en el Océano Artico,
el mando del navío británico olvidó completamente los efectos del agua helada sobre el
mecanismo de dirección del torpedo. La tripulación del Trinidad contempló como su torpedo se
dirigía, a cuarenta nudos por hora, hacia su blanco, y lentamente empezó a darse cuenta de que
aquél cambiaba gradualmente su dirección para empezar a seguir un curso curvilíneo. En menos
de un minuto ya seguía una ruta semicircular hacia la senda del Trinidad. Haciendo una verdadera
exhibición de precisión, el torpedo alcanzó al barco a la altura de la sala de máquinas y dejó al
H.M.S. Trinidad fuera de combate por el resto de la guerra (13).
Uno de los episodios más divertidos de la guerra naval se produjo con ocasión de la llamada
Guerra del Salitre, entre Chile y Perú. El buque insignia de la Flota Chilena iba mandado por el
Almirante Puig. El de la Flota Peruana, por el Almirante Puig. Ambos catalanes, como los apellidos
indican indudablemente. Ambos navíos estaban construidos con planchas de madera. Un sólo
cañonazo hundiría irremisiblemente a aquéllos inútiles trastos. Puig y Prat llegaron a un rápido
acuerdo con las banderas de señales. Dispararían al agua, y luego se irían, cada uno por su lado.
Así se hizo. El hecho de regresar indemnes fué considerado una gran victoria. De lo que se
deduce que la victoria no tiene por qué ser exclusivista.
TRAGICOMEDIAS DE LA GUERRA
Se ha dicho que la Historia es maestra de la Vida. Tal vez sea por ello que, en ambas, lo cómico se
alterne con lo trágico sin solución de continuidad. A menudo, los hombres actúan movidos por
resortes que ellos juzgan inteligentes, y logran resultados tan irracionales, tan opuestos a los fines
perseguidos, que uno no puede por menos que estar de acuerdo con Lichtenberger cuando afirma
que la principal diferencia existente entre los hombres y los animales es que éstos nunca se
equivocan.