Page 14 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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y, espero, también el de mi Partido, sinó en forma colegiada, sí, al menos, individual.
                      Max Dormoy, Ministro del Interior del Frente Popular, creía en la hispanidad de Terranova,
                  patria de los Incas, en Don Pedro de Siracusa, en los doce senadores de Nueva York, en la
                  anexión de Terranova y de Guatemala por los cuarenta y dos estados norteamericanos... y en el
                  descubrimiento de América por un siciliano portugués treinta y seis años antes de la llegada de
                  Cristóbal Colón... Pero lo grande del caso es que Dormoy, que tiene al menos una calle en todas
                  las ciudades importantes de Francia, fue elegido por el Pueblo Soberano como representante suyo
                  tres años después de haberse conocido su devoción por la causa del camarada Stanlev Guerrero.
                     Y he aquí para terminar, el testimonio de adhesión de un profesor de Segunda Enseñanza,
                  Monsieur Romastin', diputado por Sarthe
                      Estimo que no es de la incumbencia de un país, ni de un parlamento, dar consejos a otro país
                  por lo que se refiere a su política interior. No obstante, me sorprendo de que una república
                  democrática como la de los Estados Unidos de América trate de modo diferente a unos estados
                  que forman parte de su confederación.
                     Por consiguiente, envío el testimonio de mi simpatía más profunda a los estados americanos de
                  Terranova y Guatemala y formulo los votos más sinceros para que sus justas reivindicaciones sean
                  oídas y para que sean tratados en un plano de la más completa igualdad con los otros cuarenta y
                  dos estados de la gran república americana.

                  El semanario L' Echo de París reveló en sus números 12, 13 y 14, de Enero y Febrero de 1933, el
                  mecanismo de esta mixtificación, y publicó las cartas de los diputados. Como en los casos de
                  Hégésippe Simon y de los pobres poldevos, en toda Francia estalló una carcajada homérica, lo que
                  no impidió que la mayor parte de los engañados diputados fueran reelegidos unos años más tarde.
                  Los periodistas que, al imaginar esas amables farsas, pensaron que perjudicarían a sus
                  adversarios políticos se equivocaron. Pues, a nuestro juicio, todo el problema radica en que los
                  regímenes parlamentarios están construidos de tal forma que sus profesionales -la clase política
                  como les llaman en España- se ven obligados a la práctica de un altruismo verbal permanente. Y
                  también a reclutar sus protegidos en la lejanía. Si se contentaran -lo que, además, sería mucho
                  más complicado- con corregir las iniquidades locales, las que perjudican a sus paisanos que les
                  han dado el. voto, el beneficio que obtendrían sería mediocre y no tardarían en ser acusados, en
                  las centrales de los respectivos partidos, de egoísmo y de cortedad de vista. Mientras que
                  fustigando con una retórica soberbia unas injusticias tan vagas y lejanas como fuera posible, las
                  gentes de la clase política consolidan su posición moral y se agencian, a buen precio, una
                  reputación de generosidad que en su oficio, es indispensable.

                  A condición, naturalmente, de que los oprimidos por los cuales se abren las válvulas de la
                  elocuencia sean filosóficamente interesantes. Un colono blanco de Zimbabwe (ex-Rhodesia)
                  degollado, no es interesante. Un kulak ruso contrarrevolucionario tampoco.    Un fascista francés
                  que lleva treinta y ocho años a la sombra, menos aún.    Esos individuos marginales, como diría el
                  gran Sartre, no interesan a la conciencia universal, como le interesaron en su día el capitán
                  Dreyfus, o los esposos Rossenber, o Caryl Chessmann, o el Lute, o los negros segregados de la
                  República de Sudáfrica... o los poldevos, los terranovas y los guatemalianos.






                  INTELECTUALES QUE ALCANZARON SU NIVEL DE INCOMPETENCIA


                  Hemos hecho alusión a Sartre, el intelectual patentado y matriculado de las últimas generaciones.
                  Se dice que muchos políticos de la Izquierda Divina de Francia le consultaban a menudo.    Tal vez
                  sea por tal motivo que. las izquierdas no llegaron al poder en el    vecino país hasta después de su
                  muerte.
                  La costumbre de consultar a los intelectuales en cuestiones políticas es casi inveterada en ciertos
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