Page 9 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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Gard y varias veces Ministro y M. Massé, Ministro de Comercio, mandan, también, su adhesión.
                  Este, empero, concibe ciertas dudas. Coge el teléfono y formula una astuta pregunta a Birault
                  Ciertamente asistiré a la ceremonia pero quisiera ciertas precisiones. ¿En que año nació
                  Hégésippe Simon.
                  Pues -responde el periodista- si se celebra su centenario en 1914, pienso que debió nacer hace un
                  siglo, es decir, en 1814. Ciertamente, ciertamente, responde el ministro, que no osa insistir y se
                  bate en retirada, aplastado ante el peso de tanta lógica.

                  Incluso Léon Bourgeois, que en 1919 sería delegado de Francia en la Sociedad de Naciones llegó
                  a mandar su adhesión por carta, aunque la retiraría el día siguiente ante las sospechas que hizo
                  germinar en su mente su secretario. Y fué ése triste asalariado quien descubrió la superchería y,
                  tras consultar un diccionario -algo que no se le había ocurrido, hasta entonces, a nadie- y llevar a
                  cabo una rápida y discreta investigación, hizo publicar una nota, el 16 de enero de 1914, en el
                  tablón de anuncios de la Sala de Conferencias del Senado, poniendo en guardia contra el engaño
                  a los padres de la patria. Y el mismo día, Paul Birault publica en el diario L'Eclair el primer artículo
                  revelando el mecanismo de la operación y los nombres de los pánfilos que han caído en la trampa.
                  No obstante, el día 21 de enero, retenido con gripe en sus apartamentos, Edouard Mazié, Senador
                  de la Creuse, aparentemente desconectado del mundo exterior y privado de periódicos, dicta
                  plácidamente a su esposa una carta dirigida a Paul Birault, secretario del Comité, prometiéndole su
                  asistencia a la ceremonia inaugural lo que eleva a veintiocho la cifra de representantes del Pueblo
                  Soberano admiradores de Hégésippe Simon.
                  En cuanto a Paul Birault, sólo podemos decir que se perdió su rastro. El Diccionario Larousse,
                  equivalente francés del Espasa o de la Británica, le ignora olímpicamente. Ninguna placa de calle,
                  en Paris, lleva su nombre. En cambio, sí la llevan dos de sus víctimas, Crémieux y Bourgeois .Y, no
                  obstante, si alguien mereció jamás      la inmortalidad municipal fu él . El fué el verdadero Educador
                  de la Democracia . O lo sería , si ello fuera posible.





                  LOS POBRES POLDEVOS


                     Los poldevos fueron los hijos espirituales de Hégésippe Simon. Igual que el que el Educador de
                  la Democracia, esos orgullosos hijos de la Europa Oriental fueron creados y paridos, bautizados,
                  descritos y animados por un periodista ingenioso. Y, como Hégésippe Simon, entraron en la
                  Historia.
                     El inventor de los poldevos es un redactor de la Action Française, Alain Mellet, al que los
                  merecidos laureles de Paul Birault impedian conciliar el sueño. Queriendo emularle, debió
                  preguntarse ¿porqué los parlamentarios serían, en 1929, menos frívolos, menos vulnerables a la
                  tentación de la publicidad Bastaba con encontrar un mito aceptable, una entidad susceptible de
                  cosquillear las fibras íntimas de los verdaderos republicanos. En 1913, el mito había sido un gran
                  hombre. Alain Mellet decidió que, en 1929, sería un pueblo oprimido.    Luego, todo estaba hecho.
                  Era inútil tratar de innovar. La técnica de Paul Birault había demostrado ser impecable una circular
                  en un papel con membrete, y ya está.    Es el único gasto de la operación, pero es también la
                  garantía de su éxito. Ante un papel con membrete, el diputado medio, más aún, el ciudadano
                  medio queda indefenso; ya no reacciona, su sentido crítico se paraliza. Fascinado por el
                  membrete, como un conejo por una boa constrictor, el diputado medio, el ciudadano medio, no
                  trata de comprender; se pone en movimiento, anda, corre, vuela... y se estrella, a menudo.

                  De manera que Alain Mellet escribe a un cierto número de parlamentarios de izquierdas -aunque,
                  igual que Birault, se olvida de los inocentes reaccionarios- esta carta patética
                     Comité de Defensa Poldevo.
                     Honorable señor diputado
                  Apelamos a vuestra compasión y a vuestra justicia, suplicándoos que prestéis toda vuestra
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