Page 7 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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inauguración, os enviaremos toda la documentación necesaria que os permita preparar vuestra
                  alocución.

                  La carta estaba firmada por Paul Birault, lo que no les decía nada a los destinatarios.    Pero el
                  papel con membrete del Comité de Iniciativas del Centenario de Hégésippe Simon lleva como
                  encabezamiento la altanera divisa del Educador de la Democracia LAS TINIEBLAS SE
                  DESVANECEN CUANDO SALE EL SOL.    Esta frase cosquillea deliciosamente las fibras más
                  íntimas de los verdaderos republicanos. Da autenticidad a la carta.Sitúa a Hégésippe Simon. Le
                  coloca en la vanguardia de los pensadores del régimen.    En este hombre que proclama tan
                  magníficamente que durante el día no hay oscuridad, los diputados reconocen a un espíritu
                  consanguíneo. Y, además, el nombre de Hégésippe Simon tiene una consonancia tranquilizadora.
                  Recuerda a los grandes antepasados de 1789, al tribuno jacobino, al Venerable de la Logia, al
                  miembro-del-PuebloElegido-Injustamente-Perseguido, etc. Con un nombre como ese, no se puede
                  ser reaccionario; se debe de ser un Educador de la Democracia.    Sin dudarlo, nueve diputados
                  aceptan con entusiasmo patrocinar a Hégésippe Simon.

                    Se dirá que nueve adhesiones, no es mucho.    Y ahí radica, a nuestro juicio, el único defecto de
                  esta mixtificación cuya técnica, por otra parte, es irreprochable. Sólo se escribió a cien diputados,
                  de entre los seiscientos que había entonces, y esta reducción voluntaria impidió que la iniciativa
                  alcanzara proporciones verdaderamente grandiosas. Paul Birault, en efecto, era un periodista que
                  escribía en el diario bien-pensante L'Eclar, y padecía de todas las ilusiones, todas las candideces y
                  todas las debilidades de los bien-pensantes. Soñaba en una República Francesa ideal, dura y
                  pura, acaparada por irreprochables paladines del Sable-y del Hisopo.    Se obstinaba en distinguir
                  -tal como les sucede a sus sucesores actuales, en Francia y en todas partes- entre los buenos
                  diputados y los malos; en enfrentar a los unos contra los otros, como si el Sistema,
                  inevitablemente, no tuviera por efecto colar a todos los elegidos en un molde único, compuesto por
                  tuteos (5), negligencias y complicidades más o menos equívocas... Birault se guardó mucho de
                  enviar su circular a los diputados de la Derecha, y en cuanto a los de la Izquierda limitó su
                  prospección a los cien más avanzados (avanzados, ¿con respecto a qué ¡Jesucristo Bendito!).
                  Grave error, creemos.    Error imperdonable.

                  Nunca nos consolaremos de que Paul Birault omitiera invitar a los diputados reaccionarios a la
                  inauguración del monumento a Hégésippe Simon.    Por que los moderados no dejan pasar nunca
                  la oportunidad de tomar por su cuenta los principios de sus adversarios, de vocear esos principios
                  y, finalmente, de enredarse en los mismos como en una tupida malla. Esto forma parte de su
                  astucia congénita. A esta abdicación permanente la denominan alta estrategia política. Son así. Y
                  podemos estar seguros de que Paul Birault hubiera encontrado, entre las Derechas, más
                  adhesiones que entre las Izquierdas; de que se hubieran empujado los unos a los otros para
                  obtener, por tan bajo precio, un diploma de civismo democrático ¿Nosotros, reaccionarios
                  ¿Nosotros, paladines del obscurantismo ¡Por favor! ¡Nosotros, que vamos a elevar una estatua al
                  Educador de la Democracia!.
                  A causa de esa omisión ignoraremos siempre, ¡ay!, lo que hubiera sido el filosimonismo de las
                  Derechas. Contentémonos, pues, con reseñar las adhesiones de los más puros adalides de la
                  Democracia francesa en aquélla época. La primera respuesta que recibió Paul Birault fue la de
                  Paul Meunier, diputado del Aube Me apresuro -escribía el 23 de agosto de 1913- en haceros saber
                  que acepto con el mayor placer el título de miembro de honor del Comité de Iniciativas del
                  Centenario de Hégésippe Simon. Cinco días después, venía la adhesión de un tal Dalbiez,
                  diputado por los Pirineos Orientales. Este padre de la patria de Juana de Arco aceptaba ,
                  también, ser miembro de honor del Comité del Centenario. Pero este representante del pueblo era
                  un modesto. La gloria de Hégésippe Simon le parecía asumir tales alturas himalayicas que temía
                  no ser digno de cantar sus merecidas alabanzas. Si estoy en Paris en el momento de la
                  inauguración del monumento -escribía- será para mí un auténtico placer asistir a la fiesta, pero
                  estoy seguro de que encontrareis fácilmente, entre los parlamentarios, una personalidad más
                  capacitada que yo para tomar la palabra en ocasión de tal solemnidad. Luego seguirían Felix
                  Chautemps, que llegaría a Ministro; Le Roy, del departamento del Norte; Haudos, de la Haute
                  Vienne; Binet, diputado por La Creuse; Besnard, por Indre et Loire, que se declaraba feliz por
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