Page 21 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
P. 21

adelantar más allá de la playa y, a pesar de los constante refuerzos incansablemente
                  suministrados por la flota británica, debieron reembarcar nueve meses después, en enero de 1916.
                  Las bajas sufridas en esa campaña por los Aliados fueron 250.000, y las pérdidas en buques y en
                  material, cuantiosas.
                  En el Parlamento inglés se criticó durísimamente a Churchill. Pero el futuro Primer Ministro se quitó
                  las pulgas de encima, echándole toda la culpa al General Sir lan Hamilton, que a su vez se
                  defendió diciendo que él se había limitado a cumplir las órdenes recibidas del Almirantazgo y que
                  el plan era impracticable. A consecuencia del fiasco de Gallípoli Churchill atravesó una época de
                  merecido ostracismo político, del que ciertos poderes fácticos le sacarían años más tarde, para
                  utilizarle en la Segunda Guerra Mundial.    Pero esto, podríamos decir, parodiando a Kipling, es otra
                  historia.



                  Dejemos, pues, a Kipling, y ocupémonos del tema de otro famoso poeta inglés, Lord Alfred
                  Tennyson, que inmortalizó La carga de la Brigada Ligera. En 1854, con ocasión de la guerra de
                  Crimea, los rusos atacaron el puerto de Balaklava, por donde recibían suministros y armamento los
                  aliados anglo-franco-turcos. Al principio del combate, los rusos, cogiendo desprevenidos a los
                  turcos, obtuvieron una ligera ventaja, pero pronto el contraataque de los fusileros de Lord Campbell
                  les hizo retroceder con grandes pérdidas. Parecía que la acción había concluido con una derrota
                  parcial rusa y una consolidación de las posiciones aliadas, cuando se produjo el increíble desastre.
                  Lord Raglan, jefe supremo del mando interaliado, parece que ordenó que la Brigada de Caballería
                  Ligera, al mando de Lord Cadigan, persiguiera a los rusos que se retiraban derrotados. Luego dijo
                  Es decir, que carguen en dirección Este, cuando los rusos se retiraban hacia el Norte. Nunca se
                  podrá saber si el ayudante que recogió la orden de Lord Raglan era algo sordo, como dijeron
                  algunos a posteriori, o bien que el general hablaba con un tono de voz muy bajo, como en un
                  susurro. En todo caso, lo que sí parece evidente es que la orden era, en realidad, una doble orden,
                  es decir un contrasentido.

                  El caso es que Lord Cadigan cumplió, al pie de la letra, la orden recibida, y cargó, con su brigada
                  ligera de caballería, hacia el Este, donde se encontraban las más poderosas baterías rusas, que
                  hicieron trizas a los ingleses. Si los británicos no fueron totalmente aniquilados se lo debieron a los
                  chasseursd' Afriqiqe del general francés Canrobert, que efectuaron un movimiento de diversión, de
                  resultas del cual los ingleses sólo perdieron la mitad de sus efectivos.
                  La acción ha pasado a la historia militar como un ejemplo de coraje y, a la vez, de estupidez,
                  inspirando el conocido comentario del General francés Bosquet, que asistió a la acción desde una
                  colina, al lado de Lord Raglan C' est magnifique, mais ce n' est pas la guerre (Es magnífico, pero
                  no es la guerra). (22).

                  Luego en Inglaterra, hubo una investigación de una comisión parlamentaria. Lord Raglan ,, según
                  el dictamen final de esa comisión, no tuvo la culpa de nada. Lord Cardigan no le interpretó bien. La
                  cuerda siempre se rompe por el sitio más flojo. Humano; demasiado humano.





                  VUELVEN LOS POLDEVOS


                  Dejemos, por un momento, a las guerras y, a los guerreros, y volvamos, para desengrasarnos un
                  poco, a los asuntos frívolos. Aunque, después de todo, la frivolidad de unos sea la fúnebre
                  seriedad de otros.
                  Sabido es que el éxito de un timo, una estafa, un engaño, radica, muchas veces, no sólo en la
                  astucia del agente activo y en la candidez o ignorancia del pasivo, o víctima, sinó también en la
                  mala fé de ésta. Constantemente leemos en la prensa que el secular timo del toco-mocho, la
   16   17   18   19   20   21   22   23   24   25   26