Page 23 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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Lo desarrolló en medio de un formidable tumulto, con el selecto público llorando de risa, mientras el
pobre muchacho juraba por sus dioses que él había visto, con sus propios ojos, a unos poldevos,
que estaban allí delante, en primera fila, y que no hay nada que oponer a un testigo ocular. Esta
farsa representó el triunfo del documento vivo.
Añadiremos que Peppo logró sacar un buen, partido de su desventura y que incluso los periódicos
albaneses mencionaron su éxito en la Sorbona (26).
Pero, por otra parte, ¿es que podemos estar de tal manera ciertos de que Peppo no haya tenido
razón ¿Puede, realmente, afirmarse que los poldevos no existen Si su realidad material es, tal
vez, discutible, su realidad simbólica no es dudosa. En los veintiún años transcurridos entre ambas
guerras mundiales, los demócratas puros, cuyo ideal progresista no se acomodaba de una paz
divisible, estaban, en Occidente, y sobre todo en Francia e Inglaterra, obsesionados por el temor
de que estallara, en algún lugar de las llanuras del Este una guerra a la que Francia o Inglaterra no
se mezclaran de un modo u otro. ¡Horrible perspectiva! Y así, ¡con qué ardor se precipitaron a
garantizar las movedizas fronteras de pueblos a penas más reales que los poldevos ,de nombres
mucho más difíciles de pronunciar y cuya suerte no les importaba más que la de los compatriotas
de Lyneczy Stantoff y de Amidaeff. Y cuando, en 1939, las hojas de conscripción invitaban a los
jóvenes franceses a ir a acampar gloriosamente junto a la Línea Maginot, creemos que habría sido
más poético -y también más honrado- no invocar el intocable Dantzig y decirles, con toda
simplicidad, con toda franqueza, que iban a morir por los pobres poldevos.
EL MAL FARIO DEL CONDE CIANO
Hay una Metafísica de la Historia. Hay situaciones, resultados, consecuencias, que se hallan por
encima de toda explicación racional. Existe la té. La fé en algo; en lo que sea. La fé, descrita por
Nietszche, como el deseo de ignorar lo que es verdad. La té profunda, visceral, anterior a todas las
religiones positivas la superstición. Un ejemplo histórico, aunque poco conocido, nos lo da, sin
haberlo él sabido, el Conde Ciano.
Era, el Conde, marido de Edda Mussolini, la hija del Duce, y éste le había nombrado Ministro de
Asuntos Exteriores. Su carrera fué fulgurante, y su caída, espectacular. Era, lo que los italianos
llaman un jettatore. Tenía mal fario.
Ocurrió que, en 1938, poco tiempo después de los Acuerdos de Munich, los italianos adoptaron,
súbitamente, la detestable costumbre de atacar a Francia, por que sí. No por ningún motivo
racional válido. Simplemente, por que sí. Eran las directrices políticas dictadas por el Conde Ciano.
Por un quítame allá esas pajas, por una mala digestión o una subida de la bilis, y sin que la actitud
oficial de Francia -entonces, gobernada por un gobierno derechista- justificara para nada esos
arranques epilépticos, los tribunos luciendo camisa negra se convulsionaban con las pestañas y la
espuma en los labios y lanzaban anatemas contra su hermana latina.
Luego, venían las reclamaciones. Siempre adoptaban la misma forma. Una pregunta y una
respuesta. Hechas por los mismos. A chi la Corsica - A noi ( ¿Para quién Córcega ¡Para nosotros!).
-- A chi la Corsica
-- A noi!
-- A chi la Savoia
-- A noi!
-- A chi Nizza
-- A noi!
-- A chi la Tunisia
-- A noi!
Etcétera, etcétera, etcétera.